Cuba volvió a arremeter este sábado contra Estados Unidos al denunciar lo que calificó como una “persistente interferencia electromagnética” en el Caribe, supuestamente vinculada al aumento del despliegue militar norteamericano en la región. Según el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, estas acciones afectarían especialmente el espacio aéreo de Venezuela, uno de los aliados estratégicos más importantes de La Habana.

A través de su cuenta oficial en X, Rodríguez afirmó que este fenómeno forma parte de una “escalada de agresión militar y guerra psicológica” contra Caracas, cuyo objetivo —según él— sería derrocar por la fuerza al gobierno venezolano. El canciller sostuvo que el incremento de la presencia militar estadounidense en el Caribe representa una amenaza directa para la estabilidad regional.

Estas declaraciones se producen en un momento en que el régimen cubano muestra una creciente inquietud por la situación en Venezuela, país que continúa siendo su principal sostén económico y político. La estrecha alianza con el chavismo garantiza a Cuba el acceso a petróleo en condiciones favorables, además de respaldo diplomático en foros internacionales. Por ello, cada episodio de tensión que involucra a Caracas genera una reacción inmediata de La Habana, que procura defender a su aliado con la mayor intensidad posible.

La Habana observa con alarma cualquier movimiento de Washington que pueda interpretarse como presión adicional sobre el gobierno venezolano, especialmente en el actual contexto geopolítico. Las autoridades cubanas dependen significativamente de la supervivencia del chavismo, no solo por razones ideológicas, sino porque su frágil economía continúa atada a los acuerdos bilaterales que han permitido amortiguar el impacto de la crisis interna cubana.

Ante este panorama, el discurso oficial cubano insiste en denunciar supuestas maniobras hostiles de Estados Unidos, amplificando cualquier señal que refuerce su narrativa tradicional de confrontación con Washington. La denuncia de “interferencia electromagnética” encaja dentro de ese patrón, atribuyendo al gobierno estadounidense acciones que, según La Habana, buscan desestabilizar a la región y debilitar a su principal socio político.

Mientras tanto, distintos gobiernos del Caribe y analistas internacionales observan con cautela el incremento de operaciones militares estadounidenses en la zona, aunque sin respaldar necesariamente las acusaciones cubanas. En este contexto, Cuba intenta posicionarse como defensora de la soberanía regional, aunque lo hace con un claro objetivo: mantener a flote la alianza estratégica que sostiene buena parte de su estructura económica.

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