El reciente récord del dólar en el mercado informal cubano ha dejado al descubierto la fragilidad de las medidas anunciadas por el gobierno para mejorar las pensiones. A mediados de julio, se comunicó que más de 1,3 millones de jubilados recibirían un incremento en sus ingresos, anuncio presentado por el primer ministro Manuel Marrero Cruz como un paso significativo para proteger a los sectores más vulnerables de la población.
Sin embargo, la rápida escalada del dólar, que superó los 400 pesos cubanos (405 hoy) en cuestión de semanas, ha erosionado el valor real de estas pensiones, dejando en evidencia que los anuncios oficiales no se traducen necesariamente en bienestar tangible para los jubilados.
Antes de la subida, un pensionado con ingreso mínimo de 1,528 CUP podía adquirir apenas 3,97 dólares en el mercado informal. Tras la reforma, su pensión aumentó a 3,056 CUP, equivalentes a 7,60 dólares. Aunque el poder adquisitivo nominal casi se duplicó, la tendencia devaluatoria amenaza con devolverlo a niveles similares a los anteriores en menos de dos años, según proyecciones simples de inflación y devaluación.
La paradoja resulta evidente: mientras el gobierno proclama su política de “no dejar a nadie atrás”, la vida cotidiana de muchos ancianos refleja lo contrario, con testimonios de quienes no pueden alimentarse tres veces al día y escenas de personas revisando la basura para subsistir.
Economistas cubanos han resumido la situación con refranes populares como “pan para hoy y hambre para mañana” o “arar en el mar”, destacando la insuficiencia de los aumentos frente a un mercado en espiral inflacionaria y a la dolarización parcial de la economía.
El contraste es notable si se observa la concentración de riqueza en conglomerados estatales como GAESA, que acumulan más de 18,000 millones de dólares en activos líquidos, recursos que contrastan con la precaria situación de los jubilados.
Mientras parte de la élite castrista financia hoteles de lujo con baja ocupación, millones de pensionados enfrentan la pérdida de poder adquisitivo y la precariedad diaria.
El efecto de la devaluación es tangible en la vida cotidiana. Hoy, un dólar se compra y se vende en el mercado informal a 405 CUP, mientras que 1 MLC equivale a 0,50 dólares y un euro alcanza 1,12 dólares en comparación con la moneda estadounidense.
Estas cifras muestran que los incrementos en las pensiones se enfrentan a un contexto donde la moneda nacional pierde valor rápidamente frente al dólar, haciendo que el aumento sea, más que un alivio, un “espejismo” que desaparece frente al ritmo de devaluación.
En la práctica, los jubilados siguen atrapados detrás de una moneda que pierde valor día a día. Aunque la reforma de pensiones fue presentada con bombos y platillos, el impacto real sobre el bienestar de quienes dependen de ingresos fijos para sobrevivir es mínimo. La situación deja claro que sin medidas adicionales de protección económica, los anuncios gubernamentales no logran revertir la precariedad ni garantizar una vida digna para los más vulnerables.
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