Puerto Rico se ha convertido en el epicentro mundial de la música urbana gracias a la residencia de 30 conciertos de Bad Bunny en el Coliseo de San Juan, un proyecto que ha dejado una huella profunda tanto en la economía como en la identidad cultural de la isla.
La idea surgió en 2023, cuando el equipo de Benito Antonio Martínez Ocasio, nombre real del artista, decidió que no recorrería Estados Unidos continental con su gira. En cambio, eligió concentrar todos los shows en Puerto Rico, con las primeras nueve fechas reservadas exclusivamente para residentes locales. Según Jorge Pérez, funcionario de turismo que administra el Coliseo, la decisión fue arriesgada pero terminó convirtiéndose en un fenómeno sin precedentes
En solo tres meses, la residencia ha generado cerca de 200 millones de dólares para la economía local, impulsando hoteles, restaurantes y servicios turísticos en toda la isla. Los visitantes no solo asistieron a los conciertos, también recorrieron lugares vinculados a la vida del artista: desde su casa en Vega Baja hasta el supermercado donde trabajó antes de alcanzar la fama.
“Este evento ha impactado a toda la isla, no solo a San Juan”, destacó Pérez. Para un país golpeado por desastres naturales como el huracán María en 2017 y por la crisis provocada por la pandemia, este resurgir turístico ha sido un bálsamo.
Bad Bunny también aprovechó su residencia para enviar un mensaje político y social. Según dijo en entrevistas, prefirió evitar presentarse en ciudades de EE. UU. por temor a que sus seguidores latinos fueran perfilados o perseguidos por las autoridades migratorias.
Para muchos asistentes, la decisión del artista representó un acto de solidaridad. “Los latinos tenemos que mantenernos unidos”, expresó Evelyn Aucapiña, quien viajó desde Chicago y gastó alrededor de 2,000 dólares en su visita a la isla.
El impacto cultural de la residencia también se refleja en nuevas oportunidades para la juventud puertorriqueña. Un ejemplo es Sebastián Muñiz Morales, un ilustrador de 20 años que diseñó parte de la mercancía oficial tras responder con un simple emoji a una convocatoria en Instagram. Su creación, “El Concho”, un sapo estilizado convertido en la mascota de la residencia, se ha popularizado en camisetas y souvenirs por toda la isla.
“Ver a la gente usando mis diseños fue surrealista”, confesó Muñiz, quien ahora siente que sí puede construir un futuro desde Puerto Rico. “Bad Bunny nos hizo entender que Puerto Rico es más que lo que pensábamos”.
La residencia de Bad Bunny no solo fortaleció el turismo, también reforzó un sentimiento colectivo de orgullo. Jóvenes que antes veían la migración como única salida ahora consideran quedarse y aportar al desarrollo de la isla.
Fuente: CNN
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