El cierre del Gobierno de Estados Unidos continúa sin señales de resolución mientras republicanos y demócratas se culpan mutuamente por el estancamiento político que mantiene paralizadas varias agencias federales y ha dejado a cientos de miles de empleados públicos sin salario.

El conflicto, que ya figura entre los más largos de la historia del país, refleja la profunda división en el Congreso y la falta de liderazgo en la Casa Blanca. A pesar de las crecientes consecuencias económicas y sociales, no hay negociaciones serias en marcha para reabrir el Gobierno.

El cierre comenzó por el desacuerdo entre ambos partidos respecto a la renovación de los subsidios de la Ley de Cuidado de Salud Asequible (Obamacare). Los demócratas exigen mantener los subsidios para evitar el aumento del costo de millones de pólizas médicas, mientras los republicanos, liderados por el presidente Donald Trump y el titular de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, se niegan a aprobarlos hasta lograr un nuevo acuerdo presupuestario.

El impacto del cierre se intensifica con el paso de los días: más de 800.000 empleados federales permanecen suspendidos o trabajan sin paga, mientras servicios esenciales como el control aéreo, los programas de nutrición y las inspecciones sanitarias comienzan a verse afectados.

Incluso los especialistas del arsenal nuclear recibieron notificaciones de suspensión, un hecho que ha generado preocupación dentro del Congreso por la seguridad nacional.

Además, el cierre amenaza con interrumpir el programa de asistencia alimentaria que beneficia a más de 40 millones de estadounidenses, y ya ha provocado retrasos en el pago de hipotecas y servicios básicos entre los trabajadores afectados.

En medio de la crisis, Trump intenta proyectar una imagen de firmeza frente a sus críticos, pero según analistas, su estrategia de presión política no ha dado resultados. El mandatario mantiene reuniones con senadores republicanos en la Casa Blanca, mientras acusa a los demócratas de “sabotear” al país para obtener ventajas políticas.

Por su parte, el líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer, sostiene que la única salida real pasa por la intervención directa del presidente, a quien acusa de utilizar el cierre como herramienta de chantaje político. “La salida es Trump”, declaró Schumer en un reciente podcast, señalando que la falta de voluntad del mandatario para negociar agrava la situación.

Los intentos del Senado por aprobar un proyecto de ley provisional que permita reabrir temporalmente el Gobierno han fracasado repetidamente, mientras las posturas se endurecen. Los republicanos proponen aprobar fondos limitados para pagar a los trabajadores esenciales, pero los demócratas rechazan cualquier medida parcial que excluya a la mayoría del personal público.

Entre tanto, la opinión pública comienza a mostrar signos de fatiga. Encuestas recientes apuntan a que la mayoría de los estadounidenses culpa al Gobierno federal por la parálisis, y teme que el cierre prolongado tenga efectos duraderos sobre la economía.

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