El cantante cubano Cándido Fabre volvió a pronunciarse públicamente para exigir la libertad de un compañero de trabajo que permanece en prisión en Cuba. Se trata de Juan Ramiro Arzuaga, conocido como “El Moro”, integrante de su banda, a quien Fabre considera encarcelado de manera injusta.

En un texto difundido este sábado, Fabre expresó su dolor por la situación de su colega y manifestó su deseo de que pueda recuperar la libertad antes de que termine el año, para reunirse con su hijo y su familia. El artista afirmó hablar “con humildad y sinceridad”, exigiendo justicia para Arzuaga y defendiendo su inocencia: “El muchacho está limpio, no quieran embarrarlo”, escribió.

Hasta ahí, el reclamo podría entenderse como un gesto humano y solidario. No obstante, el propio mensaje deja al descubierto los límites —y la selectividad— de esa exigencia. Fabre reconoce que algunos podrían reprocharle que solo clame por “uno de los suyos”, y responde con una frase tan amplia como vacía: “Pido justicia por todo el que la merezca”. Esa generalización contrasta con un silencio absoluto sobre los miles de presos políticos cubanos que permanecen encarcelados por manifestarse, opinar o disentir del sistema.

Más llamativo aún es que, en medio de su pedido de justicia, Fabre reafirma su devoción por Fidel Castro, a quien menciona de forma explícita al aludir al “centenario de nuestro Fidel” y al invocar el llamado “concepto Revolución” del dictador. Es decir, exige justicia dentro del mismo marco ideológico y político responsable de la represión y del encarcelamiento arbitrario que dice lamentar.

La contradicción es difícil de ignorar. Fabre no cuestiona al sistema judicial cubano, no señala al régimen como responsable de la injusticia que denuncia, ni se solidariza con otros casos similares. Su reclamo queda reducido a un asunto personal, casi gremial, desligado del contexto represivo en el que se producen estas detenciones.

Mientras miles de familias cubanas esperan desde hace años por la liberación de hijos, padres o hermanos presos por motivos políticos, el cantante evita cualquier referencia a esa realidad. No menciona el 11 de julio, ni los juicios sumarios, ni las largas condenas impuestas por ejercer derechos básicos. Su llamado a la justicia se vuelve así frívolo y limitado, despojado de una visión ética coherente.

El propio Fabre asegura que espera no tener que “alzar la voz en cada tarima” por la libertad de su compañero. Sin embargo, nunca ha alzado la voz —ni en tarimas ni fuera de ellas— por quienes no forman parte de su círculo cercano, pero comparten la misma condición de presos injustos.

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