La desesperación se ha vuelto rutina en Guantánamo. Tras el paso del huracán Melissa, el oriente cubano se hunde en un silencio eléctrico y en una oscuridad que parece no tener fin.

En el Consejo Popular Paraguay, los vecinos han salido a las calles luego de más de quince días sin electricidad, sin agua potable, sin alimentos y sin medicinas, mientras las autoridades, una vez más, brillan por su ausencia.

Las imágenes que circulan desde el territorio muestran a familias enteras protestando frente a instituciones locales, exigiendo lo más básico: agua, luz, comida.

Muchos de ellos lo hacen gritando palabras que expresan el hartazgo de un pueblo cansado de sobrevivir en la miseria. “Ya no podemos más”, se escucha repetir en videos compartidos clandestinamente a través de las redes.

El huracán Melissa no solo dejó techos arrancados y calles anegadas; dejó al desnudo el colapso de un sistema incapaz de responder a la emergencia.

Mientras los guantanameros cocinan con leña y caminan kilómetros para encontrar un poco de agua, las autoridades mantienen el habitual discurso de “recuperación paulatina”, que en la práctica se traduce en abandono y silencio.

En barrios donde la oscuridad es total, las noches se llenan de mosquitos, miedo y rabia.

Los hospitales carecen de medicamentos, las bodegas están vacías, y los transformadores eléctricos siguen inservibles. Cada día que pasa sin solución se multiplica la indignación.

“Guantánamo está cansado de promesas rotas”, dice un vecino que pide no revelar su nombre por temor a represalias. “Esto no es culpa del huracán, es culpa de años de abandono”.

Lo que comenzó como una protesta por la falta de servicios básicos se ha convertido en un grito colectivo contra la desidia del régimen, un reflejo del hartazgo de todo un pueblo que, entre la oscuridad y el silencio oficial, ha decidido hacerse escuchar.

Fuente: La Tijera

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