Cuba despide 2025 sumida en un cansancio social profundo. La población enfrenta un día a día marcado por apagones prolongados, salarios que no alcanzan, inflación persistente y una escasez crónica de bienes básicos, mientras la incertidumbre se ha normalizado. Así lo refleja una encuesta realizada por Martí Noticias en varios barrios de La Habana —Calabazar, La Güinera, Playa, Santo Suárez y Managua— donde se repite una sensación compartida: agotamiento y un reclamo de cambios que no llegan.

Las voces recogidas describen una vida sostenida por la resistencia. Vecinos consultados aseguran que sus aspiraciones inmediatas se reducen a salud, estabilidad y un futuro menos incierto. “Que el país sea libre”, resume un practicante religioso que camina por la calle en homenaje a San Lázaro. Otros conectan el deterioro material con la política: piden transformaciones “totales y radicales”, tanto en lo económico como en lo institucional.

El descontento apunta, una y otra vez, a la falta de reformas de fondo. El año cierra sin cambios políticos sustantivos bajo el liderazgo del presidente Miguel Díaz-Canel y del Partido Comunista de Cuba. En diciembre, el XI Pleno del Comité Central decidió aplazar el 9.º Congreso del Partido, previsto para abril de 2026, a propuesta de Raúl Castro Ruz, con el argumento de concentrar recursos en los problemas inmediatos. La unanimidad del acuerdo no disipó la percepción ciudadana de inmovilismo.

El desgaste social se mezcla con miedo y desesperanza. Entrevistados advierten que la continuidad del rumbo actual empuja al país hacia un callejón sin salida. La desconfianza crece ante lo que muchos califican como corrupción y promesas incumplidas. Para algunos, el anhelo de cambio implica un reemplazo completo del modelo; para otros, la esperanza se diluye.

Los problemas concretos que golpean la vida cotidiana se repiten en la encuesta: enfermedades sin atención adecuada, falta de agua, acumulación de basura, calles en mal estado e inseguridad creciente. Jóvenes aseguran que la violencia y la precariedad económica limitan incluso la posibilidad de salir de casa.

La pregunta por el futuro del país vuelve a unir lo personal con lo político: libertad, unidad y un cambio real aparecen como respuestas recurrentes. Al mismo tiempo, el dilema de emigrar atraviesa a numerosas familias, mientras otros se aferran a permanecer en la isla.

El contexto refuerza el malestar. En noviembre, la organización de derechos humanos Cubalex documentó decenas de eventos represivos y centenares de incidentes de hostigamiento. La economía continúa en recesión, con apagones que paralizan la vida diaria, devaluación sostenida del peso cubano y dependencia creciente de remesas y del mercado informal. A ello se suma una crisis demográfica marcada por la emigración masiva y el envejecimiento acelerado de la población.

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