Diario de un chikungunyano... 'la odisea de levantarse' Ulises Toirac
Redacción de CubitaNOW ~ sábado 15 de noviembre de 2025
Ulises Toirac,ni enfermo, abandona el humor; aquí tienen la prueba:
"Despertar con chikungunya es como intentar mover un robot viejo en cámara lenta mientras todas las articulaciones protestan en coro. Hoy me levanté con una urgencia épica de orinar, y abrir los ojos fue solo el inicio de un festival de dolores que parecían tener vida propia. Intenté incorporarme de mil maneras, cada intento acompañado de alertas rojas de dolor que recorrían mi cuerpo de pies a cabeza. Finalmente, sentado en la cama, mareado del esfuerzo, me di cuenta de que la vejiga ya no podía esperar más.
"Caminar hasta el baño fue como una escena cinematográfica: pasos entrecortados, el cuerpo resistiéndose y la vejiga amenazando desastre. Cada movimiento era un acuerdo tácito entre mí y mis articulaciones.
" Y así, con un último esfuerzo, logré encestar en el inodoro. El baldear después fue un acto de heroísmo doméstico que dejó claro que la recuperación era solo un concepto lejano. Con el primer café del día en mente, enfrenté otro reto: encender la hornilla.
"Gracias a Lía, mi perra entrenada para sostener objetos con los dientes, pude desenroscar la cafetera. Encender la hornilla fue otra prueba de habilidad: el encendedor viejo, sin gas, chispeaba como si cada chispa recordara mis años de películas de acción. El café salió perfecto, y aunque el alivio fue momentáneo, el efecto secundario no tardó: la necesidad de defecar reclamó protagonismo.
"Bañarme con chikungunya fue un ejercicio de paciencia y creatividad. Cada articulación gritaba y recordaba anatomía de secundaria mientras intentaba cumplir con lo básico: estar limpio. Ponerse la pijama se convirtió en un acto de reflexión sobre la desnudez y la comodidad, mientras me preguntaba si valía la pena caminar encueros por la casa.
"Finalmente, el sueño se apoderó de mí sin pedir permiso. El descanso es obligatorio cuando este virus te atrapa; la fiebre y los dolores dictan la agenda. El resto del día se convirtió en un borrón entre pesadilla y onírico, donde recordar momentos de juventud se mezclaba con la frustración de los 135 años que mi cuerpo sentía.
"A pesar de todo, escribir sobre ello mantiene la cordura y la risa intactas. Reírse de uno mismo mientras se sobrelleva esta batalla es un bálsamo que ni el más potente de los medicamentos puede ofrecer. Así, entre café, risas y músculos rebeldes, sobrevivo un día más como chikungunyano".