"¡Nos han robado todo! La comida, la luz, el futuro, la esperanza. Pero lo más doloroso es que también han intentado robarnos la dignidad. Nos quieren rendidos, adaptados, obedientes. Quieren que aceptemos la miseria como si fuera natural, que soportemos el abuso como si fuera destino. Y no... ¡no lo es!

" Nada de esto es normal. Que falte el pan, que falten los medicamentos, que los niños crezcan sin nutrición ni sueños, que tú tengas que callar para no meterte en problemas, que la vida se te vaya solo en sobrevivir… ¡No! Esto no es normal, ni humano, ni justo.

"Y la pregunta que nos hemos hecho durante años ya no sirve. La pregunta nunca fue por qué nos excluyen, por qué nos aplastan, por qué nos silencian. Eso ya lo sabemos. Lo hacen porque pueden, porque les dejamos hacerlo, porque el miedo paraliza, porque han creado un sistema que castiga al que se atreve y premia al servil. Pero ahora la pregunta es otra. La verdadera pregunta que debemos hacernos es: ¿hasta cuándo vamos a tolerarlo?

"¿Hasta cuándo vamos a dejar que decidan por nosotros? ¿Hasta cuándo permitiremos que sigan viviendo como reyes mientras tú no sabes si mañana podrás comer? ¿Hasta cuándo seguiremos creyendo que no hay salida, que no se puede hacer nada, que estamos solos? ¿Hasta cuándo vas a seguir en silencio mientras te quitan todo?

"¡Porque sí se puede, porque somos más! Porque la historia la cambian los que se atreven a decir basta, los que no se conforman, los que entienden que un país no puede ser propiedad de una élite que se disfraza de pueblo mientras lo desprecia.

"Es hora de asumir que nadie va a salvarnos si no lo hacemos nosotros. Que la libertad no se pide, se toma. Que el respeto no se mendiga, se impone. Que ya no podemos seguir entregándoles lo único que tenemos: nuestra vida, nuestra voz, nuestro país"

En medio de tanto ruido, hay voces que no se callan, que no negocian su conciencia. Que no le temen a la verdad ni a la justicia. Una de esas voces es la de Raúl Fidel González, un cubano que habla desde el compromiso y el dolor de su pueblo. Una voz que no se arrodilla, que no se vende, que no busca aplausos sino respuestas. Una voz que está con el pueblo, porque es pueblo.

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