Un nuevo accidente ocurrió en la bajada del río Chapuzón, en Bayamo, provincia de Granma, cuando un ómnibus semi volcado volvió a colocar en el centro del debate ciudadano el deterioro de la infraestructura vial y la falta de acciones concretas para evitar tragedias anunciadas.

En esta ocasión, una guagua procedente de La Habana terminó atravesada sobre la carretera después de patinar debido al fango acumulado en el asfalto, un problema que los vecinos aseguran no es nuevo y que ha provocado múltiples sustos, derrapes y caídas a lo largo de los últimos años.

Testigos del hecho afirmaron que el chofer perdió el control del vehículo justo al tomar la curva, donde la humedad y la suciedad se combinan para crear un terreno especialmente resbaladizo. Aunque por fortuna no se reportaron lesionados, la escena generó gran conmoción entre los residentes y automovilistas que transitan a diario por ese tramo, considerado uno de los puntos más críticos de la zona debido a la falta de mantenimiento preventivo.

Los habitantes del lugar coinciden en que la situación se ha vuelto insostenible. Relatan que autos ligeros, motos eléctricas, bicicletas y hasta carretones han sufrido percances al intentar subir o bajar por el Chapuzón, un sitio donde la erosión, los baches y el fango se agravan cada vez que llueve.

Aseguran que han reportado el problema en múltiples ocasiones, pero las intervenciones han sido superficiales o tardías, sin ofrecer una solución estable.

Mientras unos responsabilizan directamente al mal estado de la vía, otros insisten en que muchos conductores circulan a exceso de velocidad o sin la precaución necesaria para una carretera con tantos riesgos.

Sin embargo, el consenso general es que ambos factores —infraestructura deficiente e imprudencia al volante— se combinan peligrosamente, dejando a la población expuesta a accidentes que podrían evitarse con una atención adecuada.

Ante este nuevo episodio, los vecinos piden con urgencia una reparación integral del tramo, la limpieza regular del fango que se acumula tras las lluvias y una señalización visible que advierta del peligro, especialmente en horarios de poca iluminación. La comunidad teme que, sin una intervención inmediata, la próxima vez el accidente no termine con la misma suerte.

Fuente: La Tijera

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