La nueva convocatoria del MINFAR para que los adolescentes cubanos nacidos en 2010 acudan al Registro Militar vuelve a encender la alarma de miles de familias. El régimen insiste en llamarle un “acto de voluntad”, pero la realidad es tan cruda como conocida: en Cuba no hay voluntad, hay obligación. Y cuando un Estado necesita maquillar sus imposiciones con palabras dulces, es porque sabe que ya nadie cree en su narrativa.

El anuncio publicado por Granma intenta vender la idea de que los jóvenes están orgullosos de “prepararse para la defensa de la Patria”. Pero esa frase, repetida hasta el cansancio, no resiste un análisis mínimo. Defender un país es un honor cuando existe libertad, futuro y oportunidades. Cuando no hay nada de eso, el servicio militar se convierte en una camisa de fuerza que solo multiplica el miedo y el sufrimiento.

Los testimonios de las familias lo confirman. Bella Rivera lo dijo con franqueza: “Ahora te pones a mirar y los hijos de ellos no pasan el servicio militar”. Y es verdad. Los hijos de generales, ministros, diputados y dirigentes no pisan una unidad. No hacen guardias bajo la lluvia, no cargan armas sin entrenamiento adecuado, no sufren hambre ni duermen sobre colchones podridos. Mucho menos mueren en “accidentes” que nunca se investigan. Para los poderosos, el servicio militar es un sacrificio exclusivo para los hijos del pueblo.

Diva Torres aportó otro ejemplo escalofriante: su hijo, nacido en 2002, recibió una multa de 7 mil pesos y fue citado de inmediato. Ni revisaron enfermedades, ni antecedentes, ni situaciones personales. “Andan como locos recogiendo a cualquiera”, aseguró. Ese “cualquiera” son jóvenes sin recursos, sin influencias, sin protección. Y por eso aumentan los suicidios, las negligencias y los silencios oficiales que pretenden tapar tragedias irreparables.

El registro militar obligatorio, lejos de ser un trámite más, marca el camino hacia un servicio donde abundan denuncias de maltrato, castigos arbitrarios, falta de supervisión y muertes injustificadas. Un lugar donde a los padres les arrebatan a sus hijos sin garantías, sin transparencia y sin derecho a reclamar.

La pregunta cae por su propio peso: ¿qué patria están defendiendo los jóvenes? ¿Una patria donde no tienen futuro? ¿Una patria que multa, amenaza, obliga y castiga? ¿Una patria donde los hijos del poder nunca ponen el pecho?

El servicio militar en Cuba ya no es un deber ciudadano: es una imposición política. Un mecanismo para controlar cuerpos y conciencias. Una fábrica de dolor donde los únicos que pagan el precio son los más vulnerables.

Y mientras sigan llamándole “voluntad” a lo que es coerción, la indignación del pueblo solo crecerá.

Del perfil de Yosmany Mayeta Labrada

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