El poblado montañoso de Guarijal, en el municipio de Mayarí, Holguín, se ha convertido en el nuevo epicentro de las denuncias ciudadanas en Cuba, luego de que sus habitantes decidieran exponer públicamente una realidad que, según afirman, no es coyuntural, sino arrastrada durante más de 45 años: precariedad extrema en todos los servicios básicos y un abandono institucional que ya consideran insostenible.

Los vecinos reportan haber cumplido 26 días sin servicio eléctrico, una situación que paraliza no solo la vida cotidiana, sino también la conservación de alimentos, la comunicación y las actividades productivas locales. A ese colapso se suma otro golpe igual de grave: más de 26 días sin abasto de agua. Sin alternativas, los moradores explican que deben cargarla desde el río cercano, hoy turbio y revuelto por las lluvias, lo que incrementa los riesgos sanitarios para toda la comunidad.

Las denuncias de las familias incluyen también el incumplimiento sistemático del suministro de leche para los niños, quienes —según testimonios compartidos en redes sociales— pasan prácticamente el mes sin recibir la asignación estatal. A ello se añade que la canasta básica tampoco llega con regularidad, dejando a los hogares en un estado crítico de inseguridad alimentaria.

Ante la falta de respuestas, cada vecino decidió utilizar sus propias redes sociales para reclamar sus derechos, asegurando que ya no saben cómo pedir ayuda. Afirman haber realizado múltiples reportes al delegado y al presidente del Consejo Popular, pero sin resultados visibles. Para muchos, esta exposición pública no es un acto de protesta política, sino un grito de supervivencia.

La crisis estructural del poblado se evidencia también en el estado de las viviendas. De acuerdo con testimonios locales, de unas 200 casas originales apenas quedan en pie unas 40, muchas de ellas en condiciones severas de deterioro. La escuela del lugar también ha sido devastada, lo que compromete la educación de los niños y profundiza el aislamiento de la comunidad.

Guarijal, un asentamiento rural que durante décadas sobrevivió gracias al esfuerzo de sus habitantes, hoy luce como un territorio en colapso. Sus moradores reclaman no privilegios, sino lo esencial: luz, agua, alimentos, vivienda y atención gubernamental. La pregunta que sobrevuela los testimonios es una sola:

¿Cuánto más deberá esperar un pueblo para que se le garantice lo mínimo?

Recomendado para ti