La nueva “estrategia constructiva” presentada por el periódico oficial Granma como un logro revolucionario ha desatado indignación en Santiago de Cuba. Según el discurso oficial, las llamadas Viviendas Tipo IV —hechas con madera, cal, ladrillos y barro— serían la respuesta rápida y “eficiente” para los cientos de damnificados que lo perdieron todo tras el paso del huracán Melissa. Sin embargo, para la mayoría de los santiagueros, esto no es una solución: es un retroceso histórico disfrazado de triunfo.

La Dirección de Vivienda y la de Construcción aseguran que estos materiales “alternativos” permiten levantar casas con rapidez en medio de la escasez de cemento y cabillas. Pero lo que ellos llaman “alternativa viable”, el pueblo lo reconoce como lo que es: una señal desesperada del colapso del sistema y del abandono total de quienes más necesitan apoyo.

Las críticas en redes sociales estallaron al instante. Muchos comparan estas casas con el cuento de los tres cerditos o con las viviendas de los taínos, mientras otros señalan que ningún funcionario viviría jamás en una casa de barro. Y no es simple burla: es miedo real. ¿Qué pasará cuando llegue otro huracán? ¿Quién asumirá la responsabilidad si estas construcciones, frágiles y sin garantías estructurales, terminan convirtiéndose en trampas mortales?

Mientras tanto, sobreviven preguntas que el Gobierno no responde: ¿Dónde están los materiales donados por países que ofrecieron ayuda tras el paso del huracán? ¿Por qué se construyen hoteles nuevos en La Habana y los polos turísticos, mientras los damnificados de Melissa reciben paredes de barro como “solución”? ¿Por qué se celebra como victoria lo que, a todas luces, es una vergüenza nacional?

Las autoridades insisten en que estas viviendas son rápidas, prácticas y resistentes. Pero la población sabe bien que detrás de ese discurso se esconde la misma fórmula de siempre: improvisación, propaganda y abandono. Los santiagueros, golpeados por años de crisis y ahora por un huracán devastador, merecen algo mejor que una casa que parece salida de un manual de supervivencia del siglo XVII.

Del perfil de La Tijera

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