La noche del 9 de mayo, miles de residentes del Vedado en La Habana quedaron a oscuras por un apagón generalizado. Sin embargo, en medio de la penumbra, un edificio destacaba con todas sus luces encendidas: ¡la Torre K! también conocida como la Torre López-Calleja, un hotel de lujo recientemente inaugurado.
Este contraste sin dudas genera una ola de indignación entre los ciudadanos, al evidenciar la profunda desigualdad energética que vive el país.
Con 42 plantas y una altura de 154 metros, la Torre K es el edificio más alto de Cuba y un símbolo de las prioridades oficiales: un turismo de élite que sigue recibiendo recursos en medio de una crisis energética nacional. La construcción de este coloso costó aproximadamente 200 millones de dólares, una cifra que muchos consideran un derroche ante las carencias que enfrentan hospitales, escuelas y la propia red eléctrica.
Mientras tanto, los apagones se intensifican en toda la capital y otras provincias, afectando la vida cotidiana de millones de cubanos. La situación se agravó tras la salida temporal de la central termoeléctrica "Antonio Guiteras", la planta de mayor capacidad del país, por mantenimiento programado. Su desconexión el pasado 5 de mayo coincidió con la indisponibilidad de otras unidades como Renté y "Céspedes", provocando un déficit de hasta mil 680 MW en las horas pico.
El malestar social se hace evidente. Familias que pasan horas sin refrigeración ni agua corriente ven con impotencia cómo enclaves turísticos de lujo gozan de suministro constante. En las provincias orientales, algunas comunidades sufren hasta 20 horas sin electricidad al día, mientras La Habana, y en particular zonas como la Torre K, también son azotadas por la crisis.
La falta de transparencia sobre los horarios de corte, sumada a la ausencia de una política clara y equitativa en la distribución de la energía, ha generado frustración y desconfianza. En redes sociales, muchos ciudadanos cuestionan por qué el mantenimiento de "Guiteras" se programó cuando otras plantas aún estaban fuera de servicio y exigen explicaciones sobre el verdadero alcance de la crisis.
El contraste entre la oscuridad que padecen las mayorías y la ostentación de la Torre K se ha convertido en un símbolo de una Cuba partida en dos: la del pueblo que resiste y la del poder que brilla sin interrupciones.
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