Bajo nailon y entre grietas: la abuela de Contramaestre que el Estado no reconstruyó
Redacción de CubitaNOW ~ domingo 28 de diciembre de 2025
Las imágenes hablan por sí solas: plásticos colgando del techo para contener la lluvia, láminas partidas, paredes agrietadas y una penumbra constante que delata abandono. En esas condiciones vive hoy Dulce María Ramírez Rosabal, una abuela cubana cuya vivienda quedó seriamente afectada tras el paso de un ciclón y que, según denuncian quienes han conocido su caso, no ha recibido una respuesta efectiva de las autoridades.
Dulce María no reclama privilegios ni comodidades. Su petición es mínima y, a la vez, urgente: un techo seguro y condiciones básicas para vivir con dignidad. Sin embargo, tras el desastre, asegura que no llegaron soluciones concretas: ni una visita de evaluación que terminara en ayuda real, ni materiales, ni un plan claro para reparar los daños.
Su situación contrasta con los discursos oficiales que suelen invocar “resistencia” y anunciar programas de recuperación. Mientras se divulgan proyectos de viviendas “alternativas” y se prometen planes de reconstrucción, Dulce María permanece durmiendo bajo nailon, protegiéndose como puede del agua que se filtra y del deterioro progresivo de la casa.
Vecinos y personas que han difundido el caso insisten en que lo que vive no puede reducirse a una consecuencia inevitable de un evento meteorológico. Lo describen como el resultado de una cadena de desatención institucional, donde la emergencia termina y la vida de los damnificados queda en pausa, sin acompañamiento sostenido. Para ellos, el problema no es solo la ruina física de una vivienda, sino la sensación de que el tiempo pasa sin que nadie asuma responsabilidades.
El relato ha generado indignación precisamente porque pone el foco en un sector especialmente vulnerable: los adultos mayores. Quienes comparten la denuncia sostienen que las personas mayores no deberían verse obligadas a “aguantar” en silencio ni a sobrevivir entre escombros esperando una ayuda que no llega.
Dulce María Ramírez Rosabal reside en la calle 4, entre 15 y 17, en Lumumba, Santiago de Cuba. Allí sigue, bajo un techo debilitado, contando goteras cada vez que llueve. Su historia, más que un caso aislado, se ha convertido en símbolo de una realidad que muchos cubanos denuncian: la distancia entre las promesas públicas y la vida cotidiana de quienes, tras perderlo todo, terminan enfrentando la reconstrucción completamente solos.