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Otro ataúd rueda por la calle... ni los fallecidos se respetan

Redacción de CubitaNOW ~ domingo 14 de diciembre de 2025

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Lo ocurrido nuevamente en La Habana, con un féretro cayendo en plena vía pública, no puede seguir tratándose como un simple “accidente” ni esconderse detrás del discurso repetido de la falta de recursos.

Este hecho, tan doloroso como indignante, desnuda algo mucho más profundo: la pérdida total de responsabilidad, conciencia y empatía en un servicio que debería ser sagrado. Porque si hay un momento en el que el respeto no admite excusas, es ante la muerte.

Las reacciones ciudadanas lo dejan claro. No es solo rabia, es hastío. Personas que recuerdan cómo desde hace años los carros fúnebres circulan con puertas amarradas con alambres, cierres defectuosos y féretros de pésima calidad que no soportan el peso de un cuerpo. No se trata de un evento aislado, sino de una práctica reiterada, conocida por choferes, directivos y autoridades. Todos saben que esos vehículos no están en condiciones, que las cajas “no sirven” y que los remiendos sustituyen al mantenimiento real.

La crisis material existe, nadie lo niega. Pero la crisis moral es aún más grave. Si se sabe que un carro tiene fallas en las puertas ¿por qué sale a la calle? Si el féretro es endeble ¿por qué se utiliza? Si el servicio no puede prestarse con un mínimo de dignidad ¿por qué se obliga a continuar como si nada?

La respuesta incomoda: porque nadie asume responsabilidades y porque la vida —y la muerte— han sido reducidas a mera rutina burocrática.

También pesa la cadena de mando. Directivos que priorizan “no afectar el servicio” antes que garantizar seguridad, vehículos explotados hasta el límite, trabajadores mal pagados que normalizan la chapucería y el “resolver”, y un sistema que empuja a la desidia como forma de supervivencia. Pero nada de eso justifica que un cadáver termine en el asfalto, expuesto ante transeúntes y familiares destrozados.

En Cuba, hoy, ni siquiera morir garantiza descanso ni respeto. Y eso es una línea roja que una sociedad no debería cruzar jamás. No es solo un problema de carros, cajas o combustible: es un problema de valores. Mientras se siga tolerando la indolencia y se maquille la negligencia con la palabra “crisis”, estas escenas seguirán repitiéndose. Y cada vez dolerán más, porque confirman una verdad brutal: el abandono ya no distingue entre vivos y muertos.

Perfil de La Tijera


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