El deterioro del Instituto Superior de Diseño (ISDI) en La Habana se ha convertido en uno de los ejemplos más crudos del desplome institucional que vive Cuba. Lo que alguna vez fue el centro más prestigioso para la formación de diseñadores gráficos, industriales y comunicadores visuales, hoy es un espacio marcado por la destrucción progresiva, las filtraciones constantes y un riesgo estructural que amenaza diariamente a estudiantes y profesores.

Lejos de ser un caso aislado, el estado del ISDI refleja un patrón que se repite en decenas de centros educativos del país: abandono oficial, infraestructura en ruinas y falta total de inversiones destinadas a preservar el patrimonio cultural y académico. Quienes pasan por la céntrica calle Belascoaín en Centro Habana son testigos del desastre: aulas con techos colapsados, mobiliario inservible, instalaciones eléctricas peligrosas y espacios que ya no cumplen ninguna norma de seguridad básica. Eso sin contar con aquéllos que se aprovechan y hurtan ladrillos y todo lo que pueda ser de utilidad para venderlos en el vecindario.

La contradicción es evidente. Mientras el discurso estatal continúa describiendo a Cuba como una potencia cultural, la realidad demuestra justo lo contrario: instituciones emblemáticas como el ISDI están siendo dejadas a su suerte. Profesores y estudiantes que un día soñaron con hacer realidad sus profesiones hoy han tenido que abandonar sus quimeras.

La indolencia oficial resalta aún más cuando se recuerda el papel histórico del ISDI. Por allí pasaron varias generaciones de artistas y diseñadores cuyas obras trascendieron fronteras y llevaron el sello de la creatividad cubana al mundo. Ese legado hoy se desvanece entre vigas oxidadas, cristales rotos y pasillos que apenas pueden transitarse sin peligro.

Vecinos, exalumnos y profesores consultados coinciden en un mismo punto: el instituto no colapsó de un día para otro. Se trata de un deterioro acumulado durante años, agravado por la falta de presupuesto, el éxodo de profesionales y la incapacidad administrativa para asumir acciones urgentes de restauración. A eso se suma un fenómeno visible en toda La Habana: la extracción ilegal de materiales, la desprotección institucional y la ausencia casi total de supervisión estatal.

Las ruinas del ISDI son, en esencia, un mensaje contundente: el país está dejando caer no solo edificios, sino también su patrimonio intelectual y humano. Mientras la propaganda insiste en negar la crisis, la realidad se impone con crudeza. Y en medio de ese silencio oficial, una institución que representó creatividad, innovación y futuro se hunde en el olvido, simbolizando la devastación estructural que vive la nación.

Fuente: La Tijera

Recomendado para ti