Este fin de semana, Cuba vive uno de los episodios más críticos en materia energética de los últimos meses. Millones de personas quedaron sumidas en la oscuridad durante el sábado y la madrugada del domingo, víctimas de los apagones masivos que se han vuelto el pan de cada día en la isla.
Según datos de la propia Unión Eléctrica (UNE), la noche del sábado el déficit de generación alcanzó los 2010 MW, superando ampliamente lo planificado. La causa inmediata fue la salida repentina de varias unidades de las termoeléctricas de Renté y Mariel, que se sumaron a otras ya averiadas en Felton, Nuevitas, Santa Cruz y Cienfuegos. En pocas palabras: la mitad del país estaba apagado porque el sistema eléctrico no da más.
La mañana de este domingo no trajo mejores noticias. La demanda superaba los 3000 MW, mientras que la disponibilidad era apenas de 1700 MW, dejando un déficit de más de 1300 MW. Para la hora pico de la tarde se espera que las afectaciones rondaran los 1700 MW, confirmando que la crisis no va a mejorar en lo inmediato.
A esto se añade otro problema: 46 centrales de generación distribuida están fuera de servicio por falta de combustible, lo que representa casi 500 MW menos. Ni siquiera los 31 parques solares recién instalados —que aportaron 466 MW en su punto máximo— logran aliviar la situación. El aporte renovable sigue siendo insuficiente en un país donde las plantas térmicas envejecidas y mal mantenidas son la base del sistema.
En La Habana, la afectación fue total. Los seis bloques de distribución quedaron comprometidos y la capital estuvo prácticamente 24 horas sin electricidad, con un restablecimiento parcial recién al amanecer de hoy domingo. El malestar en redes sociales fue inmediato: miles de cubanos expresaron su cansancio por vivir entre apagones, calor, falta de agua y alimentos que se echan a perder en los refrigeradores apagados.
La realidad es clara: el SEN funciona sobre una infraestructura obsoleta, dependiente de termoeléctricas de los años 70 y 80, y con un gobierno incapaz de garantizar ni combustible ni piezas de repuesto. Mientras tanto, los cubanos pagan el precio con noches interminables sin luz y con la incertidumbre de no saber cuándo volverá la electricidad.
La previsión oficial reconoce lo inevitable: los apagones continuarán. El futuro energético del país luce cada vez más oscuro y con él, la paciencia de un pueblo que ya no cree en promesas ni justificaciones.
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