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En tra postal mediática, Lis Cuesta Peraza aparece sonriente y elegantemente vestida durante la gira oficial de su esposo, el presidente Miguel Díaz-Canel, en Vietnam. Esa sonrisa —que “no le cuesta”— se ha convertido en emblema de una imagen internacional cuidadosamente proyectada, justo cuando la población cubana enfrenta apagones crónicos, escasez de combustible y cortes que se extienden por más de 10 horas diarias.
En lo que va de 2025, Díaz-Canel y Cuesta han protagonizado varias apariciones públicas en el exterior. Participaron en la Feria Internacional del Turismo (FITCuba) en mayo, visitaron Bielorrusia en junio y protagonizaron una gira diplomática por Asia —Vietnam, China y Laos— durante el verano. En todos esos viajes, las cámaras repiten el mismo cuadro: Lis Cuesta vestida con elegancia y luz en el rostro, mientras asiste a ceremonias oficiales y actos culturales .
Ese retrato se vuelve aún más disonante frente a la crisis energética que atraviesa Cuba. Desde comienzos de año, múltiples informes registran cortes de electricidad prolongados —en algunos casos superiores a 10 horas diarias— debido a fallos técnicos, falta de repuestos y, sobre todo, la carencia de combustible para que las termoeléctricas operen con normalidad. Esos apagones, en días críticos casi a diario), llegan a generar déficits superiores a 1.000 megavatios, lo que se traduce en ciudades enteras a oscuras.
Las consecuencias dominan la cotidianidad de millones: alimentos perecederos que se echan a perder, interrupciones en los servicios de salud, familias obligadas a reprogramar su vida según las horas de luz. Mientras tanto, Lis Cuesta continúa desfilando en la esfera internacional con una sonrisa que refuerza una narrativa oficial de normalidad y sobriedad diplomática, convenientemente alejada de las penurias domésticas.
El contraste —sobre todo evidente en esta imagen— alimenta críticas en redes sociales y medios independientes. Muchos comentan que “el país se apaga, pero afuera todo son sonrisas”, una metáfora que resume el desface entre una realidad nacional en deterioro y una imagen pública corporativa cuidadosamente ensamblada .
Así, la sonrisa de Lis Cuesta, captada en un instante público, resume el profundo disloque entre la proyección oficial al exterior y la experiencia interna de la población cubana. Una sonrisa que no cuesta nada, sí, pero que también resume el costo simbólico de una desconexión dolorosa.
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