El municipio habanero de Guanabacoa fue escenario de una protesta espontánea que dejó un saldo alarmante de violencia, incendios y arrestos masivos.
La población, agotada por los apagones constantes y las condiciones de vida insostenibles, salió a las calles lanzando botellas y gritando contra la dictadura.
La respuesta de las fuerzas represivas del régimen fue fulminante: detenciones indiscriminadas bajo la oscuridad, sin distinción de culpabilidad o participación activa.
Entre las personas arrestadas se encuentra Sunamis Quintero García, una joven madre de 28 años con dos hijos pequeños —de cinco años y de un año—, quien, según testigos, gritaba “¡Libertad!” desde el contén de su casa, sin integrarse a ningún acto violento.
A pesar de ello, fue detenida con brutalidad por las autoridades y trasladada inicialmente a Alamar, y más tarde a Villa Marista, el centro de operaciones de la Seguridad del Estado.
Su madre, Moraima García, ha denunciado el caso desde la Florida, alertando que el régimen pretende procesar a su hija como “cabecilla” de los disturbios.
Moraima reveló además que Sunamis llevaba meses enfrentando un cuadro de depresión, agravado por las condiciones de precariedad, escasez y angustia constante en la isla.“Mi hija no es delincuente.
Solo gritó lo que millones quisieran gritar. Tiene dos niños pequeños y la dictadura la trata como si fuera una amenaza,” expresó Moraima en un mensaje desesperado.
La denuncia fue amplificada por la activista Carolina Barrero desde su perfil de Facebook, donde pidió solidaridad y visibilización urgente: “Libertad inmediata para esta madre inocente".
No dejemos que la apatía nos haga cómplices del horror. Ayúdenme a compartir.”
El caso de Sunamis Quintero es el retrato crudo de la represión selectiva del régimen cubano contra los más vulnerables: mujeres, madres, ciudadanos comunes que, movidos por el dolor y la desesperación, alzan la voz en medio del silencio forzado.
El pueblo de Guanabacoa aún siente el humo de la madrugada.
Y la voz de Sunamis, ahora silenciada en una celda, sigue resonando donde antes hubo oscuridad: “¡Libertad!”. La joven sigue incomunicada.
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