Cuba entera se ha convertido en un basurero gigantesco. Hermosas e históricas ciudades no escapan de esa situación bochornosa. Así, la ciudad capital de la provincia de Santiago de Cuba vive uno de los episodios más preocupantes de los últimos años en cuanto a salubridad, seguridad ciudadana y medioambiente.
Lo que antes eran solo montones de basura acumulada por la ineficiencia del sistema de recogida de desechos, hoy se han transformado en focos activos de incendios que, por su cercanía a viviendas, postes eléctricos y entidades estatales, representan una amenaza inmediata para la población.
Vecinos como Rosy Blanco reportan incendios frecuentes frente a escuelas y supermercados, en plena zona urbana, lo que ha obligado incluso a los residentes a tomar cubos de agua para extinguir las llamas ante la ausencia de una respuesta estatal eficaz.
Aris Arias Batalla, vicepresidente provincial de la Asociación de Bomberos Voluntarios y jefe de operaciones de la Cruz Roja, ha emitido una alerta pública que, lejos de alarmismo, constituye un grito de urgencia: "Nuestra ciudad se convertirá en un Bayamo, y no será por sus monumentos históricos, sino por los continuos incendios en microvertederos o macros basurales".
La referencia a Bayamo no es gratuita: en la memoria histórica del país permanece la imagen de una ciudad que ardió antes que de ser entregada a los españoles en el siglo XIX, pero hoy Santiago corre el riesgo de hacerlo no por los españoles sino por la combinación mortal de desidia administrativa, descontrol urbano y una ciudadanía forzada a convivir con la basura sin opciones reales para desecharla.
"Lo más triste", comenta la usuaria Yenisleydis Nápoles, "es que hay basureros hasta alrededor de las escuelas y círculos infantiles". A la falta de recogida de basura se suman árboles sin podar que rozan con cables eléctricos, vertederos espontáneos que crecen entre los arbustos, animales muertos lanzados en la vía pública y postes eléctricos que han ardido sin que las autoridades tomen cartas en el asunto.
La respuesta oficial es nula o extremadamente lenta, lo cual agrava la tensión social y aumenta el riesgo de que una chispa fortuita —o incluso intencionada— desencadene una tragedia de gran escala.
En solo dos horas, se han reportado hasta tres incendios en diferentes puntos de Santiago, y aunque muchos son sofocados por los propios vecinos, el peligro persiste y se incrementa. Los incendios no solo dañan propiedades y ponen en riesgo vidas humanas, sino que liberan gases tóxicos al ambiente, lo cual afecta gravemente la salud pública, especialmente la de niños, ancianos y personas con afecciones respiratorias. La falta de control convierte a estos fuegos en una amenaza crónica.
La comparación con Bayamo es más que una metáfora histórica: es una advertencia de lo que puede suceder cuando se cruzan la negligencia, la pobreza de gestión gubernamental y la desesperación ciudadana. La ciudad de Bayamo, símbolo de resistencia en el siglo XIX, fue quemada por decisión de sus propios habitantes para evitar que cayera en manos enemigas. Hoy, Santiago de Cuba podría arder, no por heroísmo, sino por abandono. Y ese fuego, lejos de purificar, destruiría vidas, esperanzas y bienes ya de por sí frágiles.
Ejemplos como los de vecinos indignados, cansados de la falta de respuesta, del reparto AltaVista, quemaron basureros, hecho denunciado por el periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada, quien busca llamar la atención sobre una crisis que se agrava día a día sin que nadie parezca querer o poder detenerla.
Fuentes: Periódico Cubano y Yosmany Mayeta
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