Una escena ocurrida en pleno centro de Santiago de Cuba, en la esquina de Santa Rosa y Carnicería, genera conmoción y debate por la crudeza de lo que revela. A plena luz del día, en una zona transitada por vecinos, vehículos y transeúntes, un joven fue visto sentado en el contén, alimentándose de restos de comida colocados en una bolsa sobre el asfalto.
No se trataba de un sitio marginal ni apartado, sino de un punto neurálgico de la ciudad, donde la rutina cotidiana continuaba casi indiferente ante una imagen profundamente perturbadora.
Las fotografías captadas muestran al joven en silencio, con la mirada perdida y el cuerpo encorvado, buscando sustento entre desechos. La escena impacta no solo por el acto en sí, sino por el contraste entre la vulnerabilidad extrema y el entorno urbano que lo rodea. Es una imagen que interpela a cualquiera que la observe y obliga a preguntarse cómo se llega a normalizar algo así en el corazón de una ciudad.
Tras conocerse el caso, familiares y personas cercanas aclararon que el joven presenta problemas de los nervios y que se había fugado temporalmente de su vivienda, ubicada entre las localidades de Veguita de Galo y Vista Hermosa, donde reside junto a su hermano.
También explicaron que su madre vive en España, lo cual ayudaría a entender por qué su apariencia no era la de una persona completamente abandonada, detalle que inicialmente generó confusión entre quienes presenciaron la escena.
Ante la preocupación por una posible carencia extrema de alimentos, los familiares precisaron que actualmente no pasa hambre, aunque reconocieron que su situación personal y emocional es compleja y requiere atención constante, acompañamiento y supervisión. Sin embargo, estas aclaraciones no logran borrar el impacto de la imagen ni la gravedad del hecho.
Más allá del caso puntual, lo ocurrido pone sobre la mesa una realidad más amplia y dolorosa: la desprotección de personas con padecimientos de salud mental cuando fallan los mecanismos de cuidado, seguimiento y apoyo.
No se trata solo de comida, sino de dignidad, de humanidad y de responsabilidad social. Que alguien termine solo, vulnerable y expuesto en una esquina del centro urbano es una señal de alarma que no debería ser ignorada. Es un reflejo de realidades que muchos prefieren no mirar, pero que existen y duelen.
Fuente: Yosmany Mayeta Labrada
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