En el poblado de El Cobre, Santiago de Cuba, una muestra de solidaridad ciudadana está brillando con fuerza donde las autoridades han fallado. Miembros de la Iglesia Pentecostal local han tomado la iniciativa de llevar alimentos elaborados a los pacientes y acompañantes del Hospital "Ambrosio Grillo Portuondo", un centro que enfrenta problemas crónicos de infraestructura, higiene y abastecimiento de medicinas.
Lo que podría ser una escena común en muchas regiones del país se ha convertido en un ejemplo conmovedor de cómo la sociedad civil puede cubrir vacíos dejados por el estado.
El impulso detrás de esta labor humanitaria proviene del joven cristiano Wil Azahares, quien movido por su fe y el amor al prójimo, ha organizado un grupo de voluntarios para cocinar y entregar alimentos a quienes más lo necesitan.
Esta acción no solo provee sustento físico, sino que también ofrece consuelo y esperanza en medio de la desesperanza. Los pacientes, muchos de ellos enfrentando enfermedades graves, han recibido la ayuda con profunda gratitud, reconociendo el gesto como un alivio en medio de condiciones hospitalarias muy deficientes.
La iniciativa resalta una realidad inquietante: mientras el régimen carece de capacidad para garantizar servicios básicos en salud, la población se ve obligada a suplir estas necesidades por sus propios medios. La comida que llega a manos de los pacientes no es simplemente alimento; es un símbolo de resiliencia y solidaridad frente a un sistema que ha abandonado a sus ciudadanos. Cada plato preparado, cada entrega realizada, representa un acto de amor y compromiso social que contrasta con la indiferencia institucional.
Además de la ayuda material, este esfuerzo ha fortalecido los lazos comunitarios. La participación activa de los miembros de la Iglesia Pentecostal ha inspirado a otros vecinos y organizaciones locales a sumarse, generando una cadena de apoyo que trasciende las limitaciones del estado. La acción evidencia cómo la ciudadanía cubana, incluso ante la adversidad y la falta de recursos, se moviliza para garantizar el bienestar de sus semejantes, reafirmando valores de solidaridad, compasión y responsabilidad colectiva.
En definitiva, lo que ocurre en El Cobre es un recordatorio de que la fuerza del pueblo muchas veces puede compensar la ausencia de un sistema que debería protegerlo. La solidaridad, en este contexto, se convierte en la verdadera heroína de la vida cotidiana.
Fuente: La Tijera
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