Sandro Castro, nieto del fallecido dictador Fidel Castro, vuelve a ser centro de atención en las redes sociales tras “descender” desde su Olimpo de privilegios a compartir un apagón con los vecinos de un barrio común, nos deja saber el perfil de La Tijera.
En un gesto que muchos ven como una provocación o una actuación con doble sentido, Sandro —llamado por algunos “el chico Cristach”— se dejó ver entre las sombras del apagón, afirmando que se sentía como un “Vampirach” y que disfrutaba de la complicidad de la oscuridad.
Esta escenificación, que para muchos es una burla cínica hacia los cubanos de a pie que sufren los cortes eléctricos sin plantas generadoras, ha desatado una ola de comentarios.
“En las próximas elecciones tenemos que votar por él, de seguro le vende a Cuba a los americanos por un contenedor de cristach”, escribió Yenisbel Heredia Aguero en tono sarcástico, provocando una reacción en cadena. Ana Luz Rodríguez añadió: “O nos cambia o nos manda Cristach por la libreta”.
Mientras algunos usuarios como Mary Ramón defienden su actitud asegurando que “no le importa su familia ni la robo-ilusión” y que “puede ser la luz al final del túnel”, otros como Alfredo Bustabal ven en sus actos una burla humillante: “Cada día encuentra una manera más esclavista de burlarse del pueblo sufrido y oprimido”.
"El chico Cristach" parece tener un juego bien calculado, como sugiere Javier Raúl Coronel: “Él le sabe mucho a su familia… debe haberse asegurado bien para ser intocable por su parentela”. Y sin embargo, otros como Mercy Cardoso lo ven simplemente como alguien que “vive su vida y le importa poco la política y el sistema”.
“Este muchacho está dando señales de que Limonardo no es santo de su devoción”, señala Verónica Yanes, y Jacqueline Mayo Mujica apunta que “todo lo hace con doble sentido”.
La mezcla de crítica, sarcasmo y hasta simpatía que genera Sandro Castro lo convierte en una figura ambigua: para algunos, un provocador sin escrúpulos; para otros, una posible grieta dentro del rígido bloque castrista. Frank Rodríguez resume esta esperanza irónica con un llamado: “Todos a botar por Sandro, es la única esperanza que nos queda”.
“¿Será una manera de protestar junto al pueblo sufrido, o es simple diversión?” La línea es fina, como lo es también la paciencia de una población harta de apagones y élites arrogantes. Y mientras tanto, Sandro —con su Cristach en mano— parece disfrutar del espectáculo.
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