Tesis de diploma, catálogos e investigaciones del Instituto Superior de Diseño Industrial (ISDI) aparecieron tirados como basura en el parque capitalino "Carlos J. Finlay".
Las imágenes, compartidas en Facebook por el diseñador Esteban Aquino, graduado del ISDI hace tres décadas, muestran un legado académico convertido en desechos, generando indignación dentro y fuera de la comunidad cultural.
Los archivos encontrados no eran simples papeles. Representaban décadas de trabajo de estudiantes, profesores y tutores que, desde los años 80, hicieron del Instituto de Diseño un referente de la enseñanza del diseño industrial y la comunicación visual en Cuba.
“El trabajo de quienes hoy son excelentes exponentes del diseño termina su vida útil esparcido como basura”, lamentó Aquino en su publicación.
El diseñador recordó incluso que el Decreto 88 reconoce el diseño como una “actividad estratégica de solución de problemas que impulsa la innovación, conduce a una mejor calidad de vida y tributa a elevar la cultura en la población”.
Sin embargo, la manera en que fueron tratados estos documentos contradice todo principio de respeto a la memoria institucional.
Para muchos, la escena no solo evidencia el deterioro físico del ISDI, cuya sede colapsó parcialmente en 2022, sino también la crisis de valores en el manejo de su patrimonio. La indignación se multiplicó en redes, donde exalumnos denunciaron que lo ocurrido es “el derrumbe simbólico de la educación y la cultura en Cuba”.
El caso recuerda otros episodios que marcaron la decadencia del instituto: el desplome de su edificio en Centro Habana, el desalojo de familias tras los derrumbes y la polémica gestión del decano, criticado por su autoritarismo y declaraciones como que “no se necesita internet para diseñar”.
Hoy, el ISDI funciona en el antiguo Politécnico "Pablo de la Torriente Brau", tras declararse inhabitable su sede histórica.
Lo ocurrido en el parque "Carlos J. Finlay" es más que un descuido. Es un símbolo doloroso de cómo el conocimiento y la memoria pueden terminar abandonados en un país donde la desidia ha alcanzado incluso a instituciones que marcaron a generaciones enteras de profesionales.
La comunidad académica exige respuestas y acciones concretas para evitar que la historia se siga arrojando a la basura.
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