La Comisión Nacional de Béisbol decidió suspender a Eriel Sánchez por cinco años y a Miguel Rojas por tres, tras la pelea ocurrida el pasado 27 de septiembre en Sancti Spíritus durante la 64 Serie Nacional.
Sin embargo, desde un sector de aficionados y analistas independientes, estas sanciones se consideran insuficientes, sobre todo en el caso de Sánchez, quien como manager de un equipo debe ser el máximo representante de la disciplina y fue el protagonistas de un altercado que terminó con un golpe con un objeto contundente que provocó una herida en la cabeza de Rojas.
El incidente se originó luego de que la dirección de Sancti Spíritus reclamara una jugada polémica. Tras el encuentro, Sánchez acudió de manera alterada a la mesa técnica para increpar por la decisión, lo que generó un cruce de ofensas con Rojas.
Aunque se les indicó no volver a acercarse, el comisario desafió la orden y se dirigió nuevamente a Sánchez, lo que derivó en un enfrentamiento físico.
En medio del altercado, Sánchez golpeó a Rojas con un objeto de madera, provocándole una herida en la cabeza que requirió atención médica.
Aunque las autoridades del béisbol calificaron el hecho de “indisciplina muy grave” y afirmaron que la medida busca enviar un mensaje contra la violencia, muchos cuestionan que la sanción de cinco años para un hecho protagonizado por un director de su nivel no refleja la gravedad real de los hechos.
Desde la óptica crítica, un episodio que involucra agresión física debería haberse abordado con medidas más drásticas, incluyendo la separación definitiva del sistema competitivo, para prevenir la repetición de situaciones similares y proteger la integridad de los jugadores y la credibilidad del deporte nacional.
En redes sociales, la indignación ha sido evidente. Mientras algunos opinan que las sanciones son ejemplares, otros consideran que el béisbol cubano sigue mostrando señales de impunidad ante la violencia interna y que la pasión por el juego no puede justificar ataques físicos dentro del terreno.
Este caso plantea preguntas sobre la profesionalidad y los valores en la Serie Nacional y sobre la efectividad de los mecanismos de control de la Comisión Nacional de Béisbol. La falta de medidas más contundentes podría sentar un precedente peligroso, donde la disciplina y la ética deportiva quedan subordinadas a intereses internos y a la imagen pública de figuras reconocidas, en lugar de garantizar un entorno seguro para todos los involucrados.
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