El ministro de Turismo cubano, Juan Carlos García Granda, defendió la política de expansión hotelera del gobierno y aseguró que la industria turística de la isla “está viva y coleando”, a pesar del deterioro económico, los apagones prolongados y la caída sostenida en la llegada de visitantes.
En declaraciones a la cadena británica BBC, el funcionario reafirmó que el turismo continúa siendo “el motor económico del país”, responsabilizando a factores externos de frenar su recuperación. Según dijo, las 263 medidas impuestas durante el mandato de Donald Trump, sumadas a las secuelas de la pandemia de COVID-19, han golpeado severamente al sector.
“En el primer mandato de Trump se tomaron 263 medidas contra Cuba, la mayoría destinadas a destruir el turismo”, sostuvo García Granda, justificando así la apuesta del régimen por mantener el ritmo de construcción hotelera, incluso en medio de la escasez generalizada.
Sin embargo, los datos oficiales de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) contradicen el optimismo del ministro. Hasta agosto de 2025, Cuba había recibido 1,791,363 visitantes, lo que equivale a 84,3 % del mismo período del año anterior, una caída de más de 330 mil turistas.
García Granda también señaló que la inclusión de Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo y la prohibición de cruceros estadounidenses afectaron gravemente la llegada de viajeros, aunque evitó mencionar la pérdida de competitividad del destino frente a otros del Caribe y las deficiencias en los servicios turísticos.
Mientras tanto, el contraste entre los hoteles de lujo iluminados y los barrios en penumbra se ha convertido en símbolo del descontento popular. En lugares como La Habana, Matanzas o Holguín, las críticas se multiplican: los cubanos cuestionan que el Estado priorice megaproyectos hoteleros mientras faltan alimentos, agua y electricidad.
El hotel Torre K, inaugurado en medio de apagones y protestas por cortes eléctricos, se ha vuelto un ícono de esa contradicción. En redes sociales, muchos lo mencionan como ejemplo de la “Cuba de dos realidades”: la del turista extranjero y la del ciudadano común.
García Granda, sin embargo, defendió el modelo y negó que exista un malestar generalizado. Según afirmó, más del 70 % de las inversiones hoteleras provienen de empresas extranjeras, y los trabajadores del sector “valoran positivamente las nuevas instalaciones”.
“Sí, puede haber indignación, pero el pueblo sigue luchando, sigue trabajando”, insistió.
Mientras el ministro asegura que “los hoteles se llenarán” y que el turismo volverá a ser el pilar de la economía, la mayoría de los cubanos siguen midiendo la recuperación por el precio del arroz, el pan o las horas con luz, más que por el brillo de los nuevos resorts que siguen levantándose sobre una realidad cada vez más oscura.