Lara Crofs, reconocida activista y figura pública, expresa su indignación por lo que llama una “danza de millones” en Cuba, donde fondos europeos destinados a la biotecnología terminan fortaleciendo estructuras estatales sin que el pueblo vea beneficio alguno.
Según Crofs, estos fondos, en vez de aliviar el desabastecimiento o modernizar el acceso ciudadano a medicamentos, apuntalan un sistema opaco y centralizado, dominado por BioCubaFarma, un conglomerado subordinado al Partido Comunista.
Esta estructura monopoliza la producción farmacéutica en la Isla, manteniendo cerradas las puertas a laboratorios independientes, farmacéuticas privadas o cualquier forma de control ciudadano.
“Fortalecer una industria sin democracia no es progreso, es sostener una élite no electa”, denuncia Crofs, al recordar que medicamentos producidos en Cuba no están disponibles para la población, mientras se exportan o se usan como moneda diplomática. El sistema de salud, lejos de ser inclusivo, racionaliza los fármacos a través de un sistema digital controlado por el MINSAP, que no garantiza el acceso libre ni justo, sino que decide arbitrariamente quién puede acceder a qué medicina y cuándo.
La indignación se intensifica al abordar la narrativa oficial de “innovación científica”. Cuba ha promocionado productos como la vacuna Soberana o el medicamento Heberferon como avances revolucionarios, pero “ninguno ha pasado pruebas clínicas internacionales con transparencia, ni ha sido aprobado por agencias reguladoras globales como la FDA o la EMA”. A esto se suma el uso político y coercitivo de estas terapias, que han sido impuestas a la población sin acceso a datos verificables ni consentimiento informado.
El panorama se vuelve más sombrío cuando se considera el rol de la Unión Europea. Según Crofs, al invertir más de 8,5 millones de euros sin exigir apertura democrática o rendición de cuentas, la UE “legitima” un modelo que censura y castiga a los científicos críticos.
Las instituciones que reciben estos fondos —BioCubaFarma, la Universidad de La Habana, el CECMED— son las mismas que reprimen voces independientes, expulsan estudiantes por sus opiniones y niegan cualquier forma de autonomía científica.
Para Lara Crofs, financiar al régimen sin exigir cambios estructurales equivale a abandonar al pueblo cubano, ocultando bajo un manto de solidaridad europea lo que en realidad es complicidad con un sistema autoritario. “¡Basta de cooperación sin condiciones democráticas!”, exige, poniendo en evidencia el fracaso ético de una política exterior que prioriza convenios sobre derechos humanos.
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