En un contexto de alta tensión y conflicto prolongado, el primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu ha reafirmado este domingo su plan para la invasión de la ciudad de Gaza y la ocupación de los campos de desplazados ubicados en la costa central, considerados por el Gobierno israelí como los últimos bastiones del grupo islamista Hamás.
En una rueda de prensa dirigida a medios internacionales desde Jerusalén, Netanyahu presentó una estrategia clara que busca no solo la derrota militar del movimiento palestino sino también una solución política que, según él, podría conducir a la paz inmediata en la región.
El plan aprobado por el gabinete israelí contempla la "desmilitarización" de Gaza y la expulsión de Hamás de sus instituciones de gobierno en la Franja. Netanyahu ha subrayado que el control de la seguridad quedará a cargo de Israel, pero ha señalado que no será el propio estado hebreo quien gobierne la zona tras la ocupación.
En su lugar, se nombrará un "gobierno civil" que no tenga vínculos con Hamás ni con la Autoridad Palestina, que se comprometa a no fomentar el terrorismo ni atacar a Israel.
Uno de los puntos centrales del mensaje de Netanyahu fue la oferta de paz inmediata "si Hamás depone las armas y libera a todos los rehenes", frase que el primer ministro utilizó para enfatizar que la guerra no tiene por qué continuar si se cumplen esas condiciones básicas.
La insistencia en esta oferta se da en medio de una guerra que comenzó tras el ataque masivo de Hamás el 7 de octubre de 2023, el más mortífero contra la población judía desde el Holocausto y que ha desencadenado una prolongada ofensiva israelí.
Netanyahu explicó que ya Israel controla entre el 70 % y el 75 % del territorio de Gaza y que la operación pendiente se centrará en los últimos focos de resistencia en la ciudad de Gaza y los campamentos centrales, como Al Mauasi, que Israel considera "zonas seguras" pero que han sido también blanco de ataques militares.
Para minimizar el impacto sobre la población civil, Netanyahu aseguró que se establecerán "zonas de seguridad" a las cuales los civiles podrán evacuar y recibirán comida, agua y atención médica, aunque estas medidas han sido objeto de críticas por parte de organizaciones internacionales como la ONU, que las han comparado con campos de concentración de facto.
A pesar de las objeciones internas dentro del ejército israelí y la oposición de parte de la comunidad internacional, Netanyahu defendió su plan como "la mejor manera de poner fin a la guerra y hacerlo rápidamente".
Negó la existencia de una política de hambruna contra Gaza y culpó a Hamás de bloquear la distribución de ayuda humanitaria. Asimismo, sostuvo que el sufrimiento actual en Gaza se debe principalmente a la acción deliberada del grupo islamista.
La dualidad del plan de Netanyahu, que combina acciones militares con una oferta política concreta, refleja la complejidad del conflicto.
Mientras se prepara una ofensiva decisiva para desmantelar las estructuras militares de Hamás, el primer ministro ofrece la posibilidad de un futuro con un gobierno civil pacífico en Gaza, siempre que se cumplan las condiciones impuestas por Israel. Sin embargo, la viabilidad de este escenario depende en gran medida de la respuesta de Hamás, que hasta ahora ha rechazado rendirse y continúa ejerciendo control sobre la Franja.
La reciente confirmación de Netanyahu de avanzar hacia una invasión total de Gaza y la insistencia en una condición para la paz basada en la desmilitarización y la liberación de rehenes muestran que el conflicto está lejos de resolverse, pero también deja entrever que Israel mantiene abierta la puerta a una salida política, aunque condicionada estrictamente al cumplimiento de sus exigencias.
La comunidad internacional observa con cautela y preocupación las próximas semanas, que serán decisivas para el futuro de la Franja y la región.