Después de meses de abandono y deterioro a la vista de todos, las autoridades de Santiago de Cuba han comenzado el rescate de una patana semihundida frente a la Alameda.
La embarcación, propiedad del Conservador de la Ciudad, llevaba largo tiempo oxidándose y hundiéndose sin que se tomaran medidas, hasta que las denuncias en redes sociales y la indignación de los vecinos hicieron imposible seguir ignorando la situación.
Según residentes y activistas, la patana no era un simple casco inservible. Muchos consideran que pudo haberse rehabilitado como transporte marítimo o restaurante flotante, aprovechando la bahía natural y tranquila que posee Santiago de Cuba.
En una ciudad que sufre crisis energética, escasez de transporte y constantes apagones, esta oportunidad perdida genera aún más frustración entre la población.
“Esta patana no se hundió sola. La hundió el abandono, la burocracia y la falta de visión”, denunció el comunicador independiente Yosmany Mayeta Labrada, quien difundió imágenes del estado de la embarcación. Su publicación, acompañada de testimonios y fotografías, rápidamente se hizo viral, provocando lo que muchos describen como un “corre-corre” entre autoridades y medios oficialistas. Personal y maquinaria fueron enviados de inmediato para reflotar la estructura.
Vecinos del reparto Los Cangrejitos coinciden en que este caso es un ejemplo claro de cómo la gestión pública en Cuba reacciona más a la presión y la vergüenza pública que a la planificación o a la iniciativa propia.
“Bastó que la denuncia se hiciera viral para que se movieran. Antes, nadie miraba para allá”, señaló un residente.
En Santiago de Cuba, la crisis del transporte obliga a muchos a caminar largas distancias, soportar colas interminables o viajar en camiones adaptados para trasladar pasajeros. En ese contexto, la pérdida de cualquier recurso que pueda aliviar la movilidad urbana es vista como un golpe directo a la calidad de vida de los ciudadanos.
La situación de la patana también abre un debate más amplio sobre el uso de la bahía y la necesidad de recuperar la infraestructura marítima de la ciudad. Para algunos, esta podría ser una alternativa viable y económica que, bien gestionada, ayudaría a enfrentar los problemas de transporte urbano y a generar ingresos a través del turismo.
Pero más allá de la embarcación, este episodio ha vuelto a poner sobre la mesa el deterioro de los servicios básicos en Santiago de Cuba. Además del abandono del transporte marítimo, los santiagueros enfrentan problemas graves de suministro de agua y cortes eléctricos prolongados, lo que obliga a las familias a buscar soluciones improvisadas para sobrellevar el día a día.
La imagen de la patana hundiéndose lentamente en la bahía se ha convertido en un símbolo de lo que muchos consideran la falta de gestión y visión estratégica de las autoridades locales. Sin embargo, el rescate de la embarcación, forzado por la presión ciudadana, demuestra que la voz colectiva y la denuncia pública pueden arrancar respuestas incluso en los escenarios más adversos.