Miguel Díaz-Canel y su cúpula oficialista viajaron a Vietnam y han recibido una donación millonaria de un país que en la década de 1970 estaba devastado por la guerra. La visita culminó con la entrega formal de 385 mil millones de dong, equivalentes a 14,5 millones de dólares, recaudados mediante la campaña “65 años de Amistad Vietnam-Cuba”, impulsada por la Cruz Roja vietnamita.
El propio canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, confirmó que más de 2 millones de vietnamitas participaron en la campaña, cuyo objetivo oficial es conmemorar la relación bilateral y celebrar aniversarios históricos de ambos regímenes. Díaz-Canel agradeció la donación y destacó la “fuerte alianza” entre Cuba y Vietnam, mientras el pueblo cubano sigue enfrentando miseria, escasez de alimentos, apagones interminables y crisis en los servicios básicos.
El hecho de que un régimen como el cubano, con acceso limitado a ingresos propios y un país con recursos naturales desaprovechados, dependa de la generosidad de otras naciones para sobrevivir, refleja la gravedad de la crisis económica y social en la isla. Más aún cuando Vietnam, un país que hace apenas cinco décadas estaba reducido a ruinas por la guerra, hoy puede ofrecer apoyo millonario a Cuba, mientras los cubanos de a pie carecen de lo más básico.
Estas donaciones no se destinan a aliviar directamente la crisis que vive la población, sino que sirven para sostener la maquinaria del régimen, mantener lujos oficiales, construir hoteles vacíos y financiar la represión interna. Esta práctica de “mendicidad estatal” se ha convertido en una constante, evidenciando que la dirigencia cubana vive ajena a la realidad de su pueblo.
Vietnam ha mantenido históricamente una estrecha relación con Cuba, enviando delegaciones frecuentes a la isla, siendo To Lam el sexto presidente vietnamita en visitar Cuba en los últimos 15 años. Sin embargo, la entrega de donaciones millonarias resalta la paradoja de un país otrora arrasado por la guerra hoy ayudando económicamente a un régimen que mantiene a su población en condiciones de extrema necesidad.
Mientras los vietnamitas aportan recursos por solidaridad y amistad histórica, los cubanos esperan en colas por alimentos, medicinas y electricidad, viendo cómo su gobierno prioriza lujos y gastos innecesarios para su élite. Esta realidad genera indignación y vergüenza, reflejando una dependencia internacional que debería avergonzar a cualquier régimen que pretende sostener su narrativa de autosuficiencia.
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