La historia de Iseilys Valdés Oña, residente en Santa Cruz del Norte, Mayabeque, refleja con crudeza el límite al que puede llegar una madre cubana cuando la realidad se torna insoportable.
Su caso conmueve a cientos de usuarios en redes sociales luego de que publicara en Facebook un mensaje ofreciendo uno de sus riñones a cambio del dinero suficiente para comprar una casa segura para su hija de 11 años. Lo que empezó como una publicación dirigida a sus amigos, terminó llegando a miles de personas tras ser difundida por medios independientes.
En su mensaje, Valdés dejó clara la magnitud de su desesperación: “Vendo uno de mis riñones para poder comprarle una casita con dignidad a mi hija, al menos dejarla con algo en esta vida”. También respondió a posibles críticas con un reto contundente: “Les presto mis zapatos para que se los pongan. Imaginarán ya cómo estoy cuando hago público lo que estoy pasando, sin contar otras situaciones que quienes de verdad me conocen saben bien”.
Actualmente, vive en una vivienda prestada, con severos daños estructurales y alto riesgo de derrumbe. Su mayor miedo es que el techo colapse en cualquier momento y ponga fin a sus vidas. Para sostenerse, pinta uñas y vende productos, pero sus ingresos apenas alcanzan para alimentar a la familia. “Lo que gano apenas alcanza para comer”, confesó.
El entorno es aún más hostil por la presencia esporádica del padre de la menor, un hombre con historial de violencia y consumo de alcohol, que según Valdés acude a hostigarla. No ha denunciado formalmente, pues el cuarto donde habitan pertenece a él, lo que la deja en una posición extremadamente vulnerable.
En Cuba, la compraventa de órganos es ilegal y penada, pero casos como este evidencian el desespero de muchas familias frente a la crisis habitacional. Miles de cubanos sobreviven en albergues o en casas con riesgo de derrumbe, sin acceso a créditos, ayudas o viviendas estatales.
“La historia de Iseilys no es un hecho aislado, sino el retrato de un país donde muchas madres se ven obligadas a elegir entre la seguridad física y la supervivencia económica. Ella no pide lujos, solo un techo que no amenace con caer sobre su hija mientras duerme”.
Hasta ahora, no se ha informado de alguna respuesta de las autoridades. Iseilys sigue buscando alternativas, con la esperanza de que su clamor no se pierda en medio del silencio y la indiferencia. Mientras tanto, su publicación en redes se ha convertido en un llamado urgente que interpela a todos sobre la dignidad y el derecho básico a un hogar seguro.
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