En su reciente visita a Estados Unidos, el actor cubano Alejandro Cuervo llamó la atención al confesar entre lágrimas, en el programa Destino Tolk, que en su casa en Cuba no disponía de planta eléctrica. Según explicó, la decisión no era económica, sino un acto de “solidaridad” con sus vecinos, quienes no podían costearse un equipo de ese tipo. “Prefería sufrir los apagones igual que ellos”, aseguró, presentándose como un ciudadano más frente a la crisis energética que golpea a la isla.
Sin embargo, la conmoción generada por sus palabras pronto dio paso a la polémica. Apenas semanas después de su regreso a Cuba, Cuervo compartió en redes sociales un video —eliminado posteriormente— que dejaba al descubierto un día en su rutina. Lejos de la austeridad que había descrito, las imágenes mostraban un estilo de vida privilegiado: su esposa llegando a la juguetería que ambos administran en La Habana, él mismo visitando las “Charcuterías Cuervo”, y más tarde subiendo a un automóvil de lujo para recorrer la ciudad.
El contraste no pasó inadvertido. Mientras millones de cubanos enfrentan apagones de más de 10 horas, escasez crónica y salarios que apenas cubren lo básico, el video reflejaba una cotidianidad acomodada y distante de esa realidad. Para algunos, sus lágrimas en Estados Unidos fueron parte de un discurso calculado para ganar simpatías y proyectar una imagen de humildad en determinados escenarios internacionales. Para otros, el caso no es más que otro ejemplo del doble discurso habitual entre figuras públicas cubanas.
En un país donde la gente cocina con leña cuando no hay electricidad y recurre a largas caminatas ante la falta de transporte, ver a un actor movilizarse en un carro de lujo y manejar negocios propios resulta difícil de conciliar con la narrativa de sacrificio. La “solidaridad” proclamada por Cuervo se desdibuja frente a las comodidades evidentes en su día a día.
Más allá del caso puntual, lo sucedido reaviva un debate recurrente en Cuba: la distancia entre lo que declaran en público ciertos artistas y la vida privada que llevan puertas adentro. En tiempos de apagones, hambre y desesperanza, la sinceridad se convierte en un recurso escaso. Y, como dejó en claro este episodio, las lágrimas, por sí solas, no alcanzan para iluminar la verdad.
Tragedia en Calabazar: mujer fallece en presunto feminicidio y su esposo aparece sin vida
Hace 1 día