La escritora y poeta Laideliz Herrera Laza entregó una carta a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) renunciando a la organización y denunciando el silencio cómplice de la institución ante el acoso y la represión que sufren escritores, artistas e intelectuales en el país.
En su escrito, subraya que la organización, que debería proteger el derecho a la expresión y la creación artística, ha fallado a sus miembros al alinearse con políticas gubernamentales que buscan coartar la libertad de pensamiento y castigar a quienes se atreven a cuestionarlas.
Laideliz expone que su esposo, Jorge Fernández Era, escritor, periodista, editor y humorista, ha sido objeto de un proceso ilegal que dura más de treinta meses y que, al solicitar ayuda jurídica a la UNEAC, recibió únicamente evasivas y acusaciones infundadas.
Según la carta, la institución no solo negó apoyo, sino que se convirtió en un eco de la represión, ignorando la golpiza que Jorge sufrió el 18 de julio en la Unidad de la PNR de Zanja, un acto que evidencia la impunidad de la Seguridad del Estado.
La denuncia también resalta la labor de Jorge como un ejemplo de pensamiento independiente y crítico. Sus escritos combinan humor, sarcasmo y reflexión social, abordando la doble moral y la crisis que atraviesa la sociedad cubana.
Sin embargo, el ejercicio de sus derechos constitucionales, como la manifestación pacífica y la libertad de expresión, se ve sistemáticamente vulnerado por instituciones que deberían protegerlos.
Laideliz advierte que la situación de su esposo refleja una problemática más amplia: la persecución de los intelectuales y artistas comprometidos con la verdad y la decencia en un país donde la censura se ha convertido en práctica constante.
En su carta, Laideliz señala que al no defender la creación libre de sus afiliados, la UNEAC contradice sus propios estatutos, que declaran la adhesión a principios de democracia socialista y la defensa del derecho a la información, al debate y a la crítica.
La institución, en cambio, favorece el silencio, escucha únicamente a quienes mantienen sus privilegios y contribuye a la persecución de quienes denuncian la realidad desde sus obras y las redes sociales.
Frente a esta situación, Laideliz renuncia a la UNEAC por principios de dignidad, reafirmando la necesidad de proteger la libertad de pensamiento y la integridad de los artistas en Cuba. Su decisión pone en evidencia las tensiones entre la creación artística independiente y la represión estatal, mostrando que la lucha por la libertad de expresión sigue siendo un desafío constante.
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