Desde esta semana, los adultos en Villa Clara se encontraron con una nueva restricción en la distribución del pan de la canasta básica: solo los menores de edad pueden recibirlo. La decisión, aplicada sin previo aviso ni comunicación oficial, sorprendió a los consumidores que acudieron a las bodegas como de costumbre y se toparon con la negativa de entrega.
Ningún medio estatal informó con antelación sobre esta disposición, y hasta la fecha ni la Empresa Productora de Alimentos ni el Comercio Provincial han emitido una nota aclaratoria. La falta de información ha generado desconcierto y malestar en un contexto económico ya marcado por la escasez.
El pan, para miles de familias cubanas, no es un complemento, sino el alimento central del día. Su ausencia golpea directamente la dieta de los más vulnerables. De acuerdo con testimonios recogidos en barrios de Santa Clara por medios no estatales, los propios bodegueros confirmaban verbalmente que el pan estaría destinado solo a niños, sin mayores explicaciones.
Aunque las autoridades no han dado razones, se presume que la escasez de harina de trigo —un problema recurrente en lo que va de 2025— esté detrás de la medida. La falta de materias primas y las limitaciones de la industria molinera han impactado la producción del pan normado, dejando nuevamente desabastecidos los hogares.
El vacío lo llena, una vez más, el mercado informal. En las calles villaclareñas, un pan de caña alcanza precios mínimos de 120 CUP, mientras un pan tipo BON se vende en 40 CUP. Cifras que resultan prohibitivas para muchas familias que dependen de este alimento en su dieta cotidiana.
La medida, aplicada en silencio, pone en evidencia tanto la fragilidad de la cadena de abastecimiento como la desconexión entre las autoridades y una población que cada vez recibe menos y paga más por sobrevivir.
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