Tras la presentación de más de 40 propuestas por parte de estudiantes universitarios de todo el país a la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (ETECSA), algunos medios oficialistas han intentado vender la imagen de un “diálogo constructivo”. Sin embargo, la realidad nacional desmiente cualquier intento de hacer pasar este acto como un ejercicio legítimo de participación ciudadana.
En Cuba, todos conocemos este libreto: estudiantes seleccionados no por su espíritu crítico, sino por su fidelidad al discurso oficial, se sientan a representar un pueblo al que no consultan. Se maquillan las reuniones como espacios democráticos, cuando en realidad son mecanismos de control ideológico. La juventud, una vez más, es instrumentalizada por el poder, convertida en marioneta para simular apertura mientras todo sigue igual o peor.
"¿De verdad alguien cree que una empresa como ETECSA —pieza esencial del aparato de censura, vigilancia y represión digital— va a cambiar sus prácticas por 40 propuestas?"
Esta entidad no responde al pueblo, sino al Partido Comunista. No busca soluciones, sino mayor control. Mientras el acceso a internet se encarece y la calidad del servicio empeora, la empresa se limita a reproducir discursos vacíos y aumentar sus tarifas, sin ofrecer mejora tangible alguna.
Es ofensivo que pretendan hacer creer al pueblo que la solución al abuso tarifario proviene de un supuesto debate con estudiantes “representativos”. La desconexión entre estos actos propagandísticos y la vida real del cubano promedio es cada vez más evidente. La gente en las calles, en sus casas sin cobertura, sin electricidad, sin voz, sabe que este tipo de eventos no tienen ningún efecto real en sus vidas.
"Lo más doloroso es ver que algunos cubanos en el exilio aún caen en la trampa, creyendo que hay posibilidad de reforma dentro de un sistema diseñado para reprimir y callar." No hay reforma posible si no hay voluntad de escuchar. Y ETECSA, como el resto de las instituciones del régimen, no escucha: espía, filtra, silencia.
La juventud cubana merece espacios auténticos de participación, no teatros de manipulación. No basta con sentarse frente a una mesa y hablar si no hay intención de actuar. Y en este caso, ya sabemos de sobra cuál es la respuesta del régimen: indiferencia absoluta.
Mientras tanto, el pueblo sigue sin internet, sin voz y sin esperanza. ¿Hasta cuándo?
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