Foto tomada de El Toque
La natalidad en Cuba atraviesa uno de sus momentos más críticos. En 2024 se registraron apenas 71 mil nacimientos, lo que equivale a una tasa de 7,1 por cada mil habitantes, la cifra más baja en seis décadas y muy por debajo del reemplazo generacional. En 2023, la tasa de fecundidad se ubicó en 1,45 hijos por mujer, lejos del nivel de 2,1 considerado necesario.
Las causas son múltiples, pero todas apuntan a la profunda crisis multisistémica que afecta al país. El desabastecimiento de productos básicos, el deterioro de los sistemas de salud y educación, la inflación, el déficit habitacional y la devaluación del peso frente al dólar han modificado la manera en que las familias planifican su futuro.
Tras el “reordenamiento monetario” de 2021, el índice de precios al consumidor se disparó. El cambio informal del dólar pasó de 24 CUP a más de 400 CUP, lo que encareció de forma dramática el costo de vida. Según un estudio del Observatorio Cubano de Auditoría Ciudadana (OCAC), un cubano necesita al menos 30 mil CUP al mes para cubrir alimentación básica, mientras el salario medio estatal apenas ronda los 6 500 CUP.
En este contexto, la llegada de un hijo representa un desafío económico titánico. Productos imprescindibles como pañales, toallitas húmedas y leche en polvo resultan prohibitivos:
Pañales desechables: entre 100 y 150 CUP la unidad en el mercado informal. Un recién nacido consume entre 300 y 360 al mes, lo que equivale a 24 mil–36 mil CUP.
Toallitas húmedas: un paquete de 120 cuesta 800 CUP. Con un consumo medio de 15 al día, una familia gasta 3 mil CUP adicionales al mes.
Leche en polvo: con un precio oficial de 1 675 CUP por kilo, pero que en la práctica alcanza los 2 mil CUP, el gasto mínimo supera los 20 mil CUP anuales.
En total, mantener a un recién nacido cuesta más de 40 mil CUP al mes, es decir, seis veces el salario promedio. A esto deben añadirse ropa, medicinas, cuna, coche y ajuar básico.
La precariedad del sistema de salud añade otra carga: muchas madres deben conseguir por su cuenta guantes, jeringuillas o incluso un “kit” para el parto, ante la escasez en hospitales. La canastilla que antiguamente entregaba el Estado con prendas y productos esenciales hoy apenas existe, dejando a las familias a merced del mercado en dólares o la reventa informal.
No sorprende entonces que muchas parejas jóvenes posterguen la maternidad o busquen emigrar para formar familia en otro país. Las encuestas confirman que la inseguridad económica pesa más que la tradición o la ideología en la decisión de tener hijos.
En palabras simples, traer un bebé al mundo en Cuba se ha vuelto un lujo incosteable. Y mientras los nacimientos caen en picado, el país enfrenta un futuro marcado por el envejecimiento poblacional y la emigración.
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