El triunfalismo del régimen volvió a quedar en evidencia este fin de semana, cuando Miguel Díaz-Canel, de visita oficial en Laos, agradeció al gobierno de ese país por lo que calificó como un “extraordinario aporte a la producción de arroz en Cuba a partir de semillas lao”.
Su mensaje, publicado en la red social X, generó una ola de indignación dentro y fuera de la isla, pues contrasta con la escasez desesperante que enfrentan millones de familias cubanas.
Mientras el gobernante se mostraba agradecido en el extranjero, en la isla las raciones de arroz continúan reduciéndose al límite. En los últimos meses, millones de cubanos han recibido apenas una libra por persona a través de la libreta de abastecimiento, muy lejos de las necesidades mínimas.
La realidad productiva del país no respalda el optimismo de Díaz-Canel.
En 2025, la cosecha nacional de arroz apenas cubre el 20 % del consumo interno, con unas 100,000 toneladas frente a una demanda superior a las 600,000.
En contraste, durante los años 80 Cuba llegó a producir más de 400,000 toneladas anuales.
Hoy, la falta de insumos, semillas certificadas, combustible y maquinaria ha reducido los rendimientos a entre 1,5 y 2 toneladas por hectárea, frente a países como Vietnam, que alcanzan seis.
El colapso productivo golpea directamente a las mesas cubanas. En Santiago de Cuba, las familias sobreviven con una libra mensual; en Villa Clara se entregaron dos libras “gratis” como compensación por atrasos; en Holguín, las cuotas de abril y mayo se distribuyeron en agosto.
En La Habana, el arroz de diciembre llegó a finales de febrero.
Ante esta precariedad, el mercado negro impone precios de hasta 300 pesos por libra, inalcanzables para la mayoría de los trabajadores estatales.
La situación obliga a depender de importaciones y donaciones puntuales. Vietnam envió este año 10,000 toneladas de ayuda humanitaria, China donó 408 toneladas en 2024 y Colombia vendió más de 1,000 toneladas en julio. Sin embargo, estos envíos son insignificantes frente a las necesidades de más de 11 millones de habitantes.
Aun así, la propaganda oficial insiste en mostrar descargas de barcos como si fueran victorias históricas, ocultando la falta de sostenibilidad y los retrasos crónicos.
El contraste entre la narrativa triunfalista y las bodegas vacías es cada vez más evidente. Cada libra de arroz que se retrasa es un recordatorio de la ineficiencia estructural de un sistema incapaz de garantizar lo básico: la comida diaria.
Los tuits de la “continuidad” agradeciendo aportes internacionales refuerzan la percepción de un liderazgo desconectado de la realidad de su pueblo, para quienes el arroz sigue siendo una promesa que nunca llega.