El arresto de dos ciudadanos cubanos en Santiago de Cuba, sorprendidos transportando más de 700 libras de carne de res, ha vuelto a encender un viejo debate: ¿es un crimen cuando lo ilegal se convierte en la única vía de sobrevivencia?
Según informó el perfil oficialista Héroes del Moncada, el operativo policial tuvo lugar en Guaninao, donde se incautó la carne escondida bajo viandas y hortalizas, presumiblemente destinada a la venta en el mercado negro.
Este hecho no es aislado. Es parte de una realidad cotidiana en un país donde el consumo de carne de res está estrictamente regulado por el Estado y su sacrificio sin autorización se castiga con severidad bajo el Código Penal cubano. No obstante, las reacciones en redes sociales reflejan una sociedad desgastada por la escasez, la represión y el empobrecimiento generalizado.
Algunos usuarios defendieron la acción policial, señalando el daño a los criadores que ven su ganado desaparecer tras años de esfuerzo. “Criamos con sacrificio para que nos lo roben. Eso no es justo", expresó un ganadero indignado. Pero otros apuntaron al contexto que impulsa este tipo de delitos: "En este país todo es ilegal, ¿de qué vive la gente? Hasta la leche de los niños hay que buscarla por fuera", escribió otro comentarista, dejando entrever una realidad tan cruda como silenciada.
La carne de res en Cuba ha dejado de ser un alimento para convertirse en símbolo del colapso de un sistema. En una Isla donde el consumo per cápita de carne ha caído drásticamente y donde muchos ciudadanos pasan meses sin ver carne fresca, cualquier intento de conseguirla fuera del marco estatal se convierte automáticamente en crimen.
El discurso oficial, que presenta estos operativos como éxitos contra la delincuencia, choca con la experiencia diaria de miles de familias que enfrentan hambre, corrupción y un mercado estatal prácticamente inexistente.
“Vas a una prisión y el 99% está ahí por carne. Esa es la verdadera señal de lo que está pasando”, comentó otro usuario.
Este caso no debería analizarse únicamente desde la perspectiva legal, sino también como una alerta sobre el fracaso estructural que empuja a los ciudadanos a delinquir para sobrevivir. Mientras no se reforme el modelo económico y se ofrezcan alternativas reales, seguirá siendo más fácil ir preso por una libra de carne que ver una en la mesa.
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