En la comunidad de Moa, municipio de la provincia de Holguín, en Cuba, se vive hoy un profundo dolor tras el fallecimiento de una joven ampliamente apreciada por sus vecinos. La joven, descrita por sus amistades como “noble, amable y trabajadora”, perdió la vida víctima de un cuadro que fuentes locales señalan como dengue hemorrágico.
Amigos y conocidos expresan su consternación: “Era una muchacha de buen corazón, siempre dispuesta a ayudar, y su partida nos deja un vacío enorme”, comentaba alguien que la conocía.
La noticia publicada por perfiles como "La Tijera y NIO Reportando..." también coloca en primer plano no solo el drama individual, sino la precaria situación de salud pública en la isla.
Cuba atraviesa actualmente una crisis epidemiológica grave: la circulación activa del Dengue, junto con otros arbovirus como el Fiebre de Oropouche, ha puesto en jaque al sistema sanitario.
La proliferación del mosquito transmisor y la acumulación de residuos, la falta de agua, interrupciones de electricidad y carencias de insumos y medicamentos son factores que agravan la situación.
En Moa y otras localidades, los servicios comunales enfrentan graves deficiencias. Camiones de recogida de basuras están fuera de servicio, la fumigación es limitada por falta de combustible y los barrios muestran focos de insalubridad que permiten la multiplicación de vectores de enfermedad.
A su vez, la escasez de reactivos y medicamentos en hospitales dificulta la atención eficaz de pacientes con cuadros graves.
La joven fallecida es la prueba palpable de cómo, en este contexto, una enfermedad que podría tratarse a tiempo se convierte en tragedia cuando las condiciones de higiene, el estado de los servicios de salud y la respuesta estatal son insuficientes.
El luto en la comunidad de Moa se mezcla con el reclamo silencioso de otros que temen contagiarse o perder a seres queridos sin que haya suficiente infraestructura para protegerles.
Mientras sus amigos la recuerdan con cariño y comunitariamente se preparan para despedirla, la muerte de esta joven pone en relieve dos realidades entrelazadas: la vulnerabilidad de los individuos frente a enfermedades prevenibles y la fragilidad de un sistema de salud que lucha por contener brotes en medio de limitaciones estructurales. En Moa, como en muchas otras partes de Cuba, el grito del dolor es también el de la advertencia: sin mejoras en saneamiento, servicios comunales, abastecimiento médico y control vectorial, más vidas inocentes podrían perderse.
Este caso debe servir como llamado de atención urgente: no solo es el luto por una vida joven que se apaga, sino la alarma de que algo fundamental se ha quebrado en la protección de la salud pública.
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