Cuba está perdiendo su juventud y con ella, su futuro. Según cifras oficiales, el 30% de las personas que abandonaron la Isla en 2024 tenía entre 15 y 34 años. Detrás de ese número hay historias de jóvenes profesionales, estudiantes y obreros que decidieron buscar fuera lo que su país no les ofrece: oportunidades, libertad y esperanza.
La llamada “fuga de cerebros” ya no es un fenómeno aislado. Es una estampida silenciosa que vacía las aulas, los hospitales y los campos. El país se está quedando sin maestros, sin médicos, sin agricultores, sin obreros… y, sobre todo, sin sueños.
Con menos de 9.7 millones de habitantes al cierre de 2024, Cuba ha perdido más de un millón de personas en solo cinco años, y lo peor es que la mayoría de los que se van son los que podían levantar el país.
Mientras el primer ministro Manuel Marrero habla de “planes de desarrollo territorial” y “producción de alimentos”, la realidad es que los jóvenes no quieren quedarse a esperar promesas que nunca llegan.
En cada vuelo hacia Nicaragua, México o Estados Unidos, se va una parte del presente y del mañana cubano. Las zonas rurales son las más golpeadas: faltan brazos para sembrar, ingenieros para reparar y médicos para atender.
Los ancianos crecen en número, los nacimientos disminuyen y la emigración sigue sin freno. En las calles, ya es común escuchar que “Cuba se está quedando vacía”. Y no es una exageración: cada familia tiene a alguien afuera, cada escuela tiene más pupitres vacíos y cada empresa estatal pierde personal calificado.
Mientras tanto, los jóvenes que quedan dentro cambian sus proyectos de vida. Muchos ya no piensan en formar una familia o en invertir en su país; solo esperan el momento de poder irse. Un estudio reciente del propio régimen reveló que el principal sueño de los niños cubanos es “salir del país”. Esa frase, dolorosa y reveladora, resume el fracaso de un sistema que prometió un futuro digno y solo dejó escasez y desesperanza.
Cuba no solo enfrenta una crisis económica: enfrenta una crisis existencial. Porque un país sin jóvenes, sin fe y sin futuro, es un país que se apaga lentamente.
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