José Daniel Ferrer, líder de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), sigue encarcelado mientras el régimen cubano maniobra para obtener beneficios diplomáticos a cambio de su posible exilio. La situación de Ferrer refleja una práctica histórica del gobierno: usar a presos políticos como moneda de cambio en momentos de aislamiento internacional o presión política.
Su familia y activistas han denunciado que las autoridades prolongan su detención bajo condiciones infrahumanas y presiones extremas, a la vez que bloquean la salida del país de Ferrer y su esposa, Nelva Ismarays Ortega.
En una carta desde prisión, Ferrer explicó que su decisión de aceptar el exilio no fue voluntaria, sino motivada por la necesidad de proteger a su familia. “Estoy listo para morir, pero no para vivir sin honor, sin dignidad”, escribió desde la prisión de Mar Verde en Santiago de Cuba, donde ha sido sometido a tortura psicológica y hostigamiento constante.
Su hermana, Ana Belkis Ferrer García, denunció públicamente los intentos del régimen de obtener “determinados beneficios” a cambio de la liberación de su hermano y agradeció el apoyo internacional y las muestras de solidaridad que han recibido.
La historia de Ferrer se enmarca en una tradición de la dictadura cubana que, durante décadas, ha liberado presos políticos bajo acuerdos que implican su destierro, a menudo negociados con actores como el Vaticano, España o Estados Unidos.
Ejemplos anteriores incluyen la liberación de 52 presos durante la Primavera Negra de 2003, o excarcelaciones posteriores de disidentes emblemáticos como Eliécer Góngora, Jorge Luis García Pérez “Antúnez” y José Luis García Paneque. En todos los casos, la excarcelación era una estrategia política más que un acto humanitario.
Actualmente, la situación es aún más incierta debido al endurecimiento de la postura internacional hacia La Habana, con gobiernos y congresistas de Estados Unidos rechazando concesiones al castrismo. La presión internacional sobre el régimen ha crecido, con figuras como María Elvira Salazar y Mario Díaz-Balart calificando a Ferrer de héroe y denunciando la crueldad de su detención.
Mientras tanto, la familia de Ferrer mantiene la esperanza y la resistencia. Nelva Ismarays Ortega ha declarado: “Nos han arrebatado casi todo, pero no nuestra moral”, un recordatorio del largo camino de represión política en Cuba, donde la libertad de un hombre sigue dependiendo de negociaciones de un Estado totalitario que ve en la dignidad humana una herramienta de cambio, no un derecho.
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