El huracán Melissa golpeó con fuerza el oriente cubano, dejando tras de sí un panorama de destrucción y desesperanza que contrasta brutalmente con el discurso oficial de “victoria” proclamado por Raúl Castro.
En un mensaje leído por el general José Amado Ricardo Guerra, el exmandatario aseguró estar “satisfecho por la responsabilidad con que se ha trabajado y el nivel de preparación alcanzado”, afirmando que “también saldremos victoriosos de este nuevo desafío”. Sin embargo, para miles de familias en Santiago de Cuba, Holguín y Guantánamo, la realidad es muy distinta.
Las imágenes que circulan en redes sociales muestran viviendas derrumbadas, techos arrancados, postes caídos y carreteras intransitables. En muchos municipios el suministro eléctrico colapsó, y la población permanece incomunicada y sin acceso a agua potable ni alimentos. Los albergues improvisados carecen de colchones, medicinas y recursos básicos, mientras las autoridades repiten consignas de “resistencia y disciplina”.
La respuesta del gobierno cubano ha sido más retórica que efectiva. Miguel Díaz-Canel, en reunión con el Consejo de Defensa Nacional, insistió en “mantener la fe en la victoria inculcada por Fidel y Raúl”, pero evitó ofrecer cifras concretas sobre los daños o planes inmediatos de recuperación. Las instituciones estatales se han limitado a emitir partes meteorológicos y a exhortar a la población a “mantener la calma”, mientras los ciudadanos denuncian el abandono y la falta de asistencia.
A la devastación material se suma la crisis energética que ya afectaba al país antes del paso del huracán. Durante Melissa, el sistema eléctrico nacional colapsó en varias provincias, provocando apagones de más de 24 horas. Las termoeléctricas continúan trabajando al límite, y el combustible es escaso incluso para los servicios de emergencia. En medio del caos, el gobierno priorizó el suministro a instalaciones militares y centros de comunicación, dejando sin respaldo a hospitales y comunidades vulnerables.
El discurso triunfalista de Raúl Castro pretende proyectar fortaleza política en un contexto de debilidad estructural. La población, sin embargo, percibe la distancia entre las palabras y los hechos: mientras los dirigentes hablan de “victoria”, los cubanos reconstruyen con sus propias manos lo poco que les queda. Melissa ha puesto en evidencia una vez más la precariedad del sistema de defensa civil, el deterioro de la infraestructura y la falta de recursos para enfrentar desastres naturales.
Cuando el huracán se disipe y los medios oficiales cambien de tema, miles de cubanos seguirán intentando levantar sus hogares entre ruinas, sin más apoyo que la solidaridad vecinal que, una vez más, sustituye al Estado ausente.
Imágenes de las inundaciones en el municipio Jiguaní, provincia Granma, difundidas por Irma Broek, ratifican esta afirmación.
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