Un niño de apenas un año murió en Punta Alegre, Ciego de Ávila. No murió por una enfermedad imbatible, ni por falta de amor o de voluntad médica. Murió por culpa directa de un sistema que abandonó a su pueblo, que dejó a su gente incomunicada, sin transporte, sin recursos, sin futuro.
Isaac Expósito Márquez no tuvo oportunidad. Su vida se apagó lentamente entre el esfuerzo desesperado de médicos valientes y la total indiferencia de quienes gobiernan desde sus oficinas frías y bien abastecidas.
El 7 de septiembre, el doctor Loysel Peláez Morales, uno de los pocos que aún creen en su deber desde dentro del sistema, advirtió públicamente sobre el peligro inminente. La incomunicación constante debido a los apagones dejaba al pueblo sin la posibilidad de pedir ayuda en emergencias.
Punta Alegre está a 72 km del hospital más cercano, y sin electricidad, ni telefonía fija ni móvil funcionan. Nadie respondió al llamado. Nadie hizo nada.
El día 15, el riesgo se volvió tragedia. Un niño pequeño, hijo de una doctora del propio pueblo, enfermó de gravedad. Lo trataron con lo que había, que era poco, casi nada. Pasaron dos horas tratando de contactar una ambulancia. Cuando al fin lograron hacerlo, no había ninguna disponible. Lo trasladaron en un carro particular, sin condiciones, con médicos intentando mantenerlo con vida durante el trayecto. Llegaron tarde. Isaac murió poco después de ingresar en el hospital de Morón.
No es el primer caso. No será el último. Mientras tanto, el gobierno de Chambas sigue desviando recursos que por lógica, por humanidad y por ley deberían estar en Punta Alegre. La ambulancia que antes existía fue retirada sin explicación. El hospital sigue funcionando gracias a donaciones privadas, como las del doctor emigrado Raynell Quiriello, no por la “potencia médica” que tanto repite la propaganda oficial.
¿Dónde están los responsables? ETECSA, que deja incomunicado al pueblo. El MINSAP, que ignora las alertas médicas. El gobierno provincial, que mira hacia otro lado. Y el aparato estatal en general, que prefiere invertir en control social antes que en salvar vidas.
Isaac no es una estadística. Es una víctima. Es una advertencia. Y su historia debe sacudirnos. Porque cada día que Cuba sigue anestesiada bajo el peso del miedo y la resignación, otra vida se pierde. Otra familia queda rota. Otro pueblo grita en silencio, sin teléfono, sin luz, sin justicia.
Hoy, es Isaac. Mañana puede ser cualquiera.
Del perfil de Díaz Canel Sin Gao
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