Cuba sufrió este martes una de las peores crisis eléctricas del año, con apagones que se extendieron a todo el país y un déficit energético que superó los 2,000 megavatios (MW).
Según datos oficiales de la Unión Eléctrica (UNE), la afectación máxima alcanzó los 2,010 MW a las 9:10 p.m., una cifra que no solo superó las previsiones iniciales, sino que se convirtió en la tercera más alta registrada en lo que va de 2025.
Los cubanos enfrentan apagones de hasta 18 horas diarias, mientras el sistema eléctrico nacional opera al límite, sin reservas técnicas, ni respaldo logístico.
La situación ha generado un colapso funcional del SEN, afectado por fallos imprevistos en la unidad 6 de la CTE Renté, limitaciones tecnológicas en la unidad 3 de la CTE "Céspedes" y otras plantas que continúan fuera de servicio, ya sea por averías o mantenimiento prolongado.
Este miércoles al amanecer, la generación disponible era de apenas 1,680 MW frente a una demanda de 3,050 MW, lo que representó un déficit inmediato de 1,418 MW. Para el pico nocturno, incluso sumando el aporte parcial de Mariel, Renté y motores de la patana de Regla, se estima una afectación de 1,858 MW.
La falta de electricidad ya no es una excepción, sino parte de la rutina diaria para millones de cubanos, atrapados en una espiral de deterioro energético.
La Habana tampoco escapó al caos. La Empresa Eléctrica de la capital confirmó que el servicio se interrumpió a las 8:05 p.m. del martes y, al cierre de su nota informativa, aún no había sido restablecido.
La afectación alcanzó los 159 MW e incluyó circuitos de reserva y zonas que normalmente no forman parte de los apagones programados.
Mientras tanto, la población sigue sin confiar en las explicaciones técnicas oficiales, señalando la falta de inversión real en el sistema eléctrico. Los cubanos ven cómo el régimen prioriza proyectos turísticos de lujo, mientras hospitales, escuelas y viviendas enfrentan jornadas interminables de oscuridad y calor.
A pesar de los esfuerzos puntuales en fuentes renovables, los resultados son mínimos ante un sistema que ya opera en condiciones críticas.
La crisis energética, cada vez más profunda, es uno de los reflejos más evidentes del colapso estructural del país.
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