Nuevamente el periodista Javier Díaz divulga otro hecho relacionado con los I 220 A. Esta vez su publicación genera una ola de comentarios y reacciones en torno a un caso que refleja el drama de miles de inmigrantes cubanos en Estados Unidos.
Se trata de Harold Luis Navarro, un trabajador honesto que se ganaba la vida instalando paneles solares en Arizona. Sin antecedentes penales y con un permiso de trabajo vigente hasta 2029, fue detenido tras regresar de su jornada laboral. Desde entonces permanece bajo custodia en un centro de detención en Florence, Arizona.
El detalle más doloroso es que Harold no ha podido conocer a su hijo. Su esposa estaba embarazada cuando él fue arrestado y dio a luz mientras él permanecía tras las rejas. ICE no ha aprobado una visita, lo que mantiene a la familia en un estado de angustia y desesperanza. El 29 de agosto, según relata su esposa, Navarro tuvo su corte final de asilo y la perdió. Esa decisión derivó en una orden de deportación inmediata.
La historia ha provocado un amplio debate en redes. Para muchos, se trata de una muestra de la falta de humanidad con la que están siendo tratados los inmigrantes con I-220A. Una usuaria desde Cuba expresó que, aunque desconoce los tecnicismos legales, le parece injusto que personas trabajadoras y sin historial criminal reciban un trato de delincuentes.
Otro comentarista señaló que el sistema parece tener como misión deportar al mayor número de personas posible, sin distinguir entre quienes aportan a la sociedad y quienes realmente han cometido delitos.
La indignación también alcanzó a quienes cuestionan la inacción de organizaciones y líderes políticos que antes defendían con fuerza la causa de los cubanos. “¿Dónde están ahora esas movilizaciones que paralizaban ciudades enteras?”, se preguntaba un usuario, aludiendo a la falta de presión pública en estos casos.
Otros, en cambio, recordaron que al perder el asilo el estatus cambia de I-220A a I-220B, lo que deja a la persona deportable, sin recursos legales para quedarse. Sin embargo, la discusión no se centra solo en lo jurídico, sino en lo humano: ¿es justo que un padre no pueda conocer a su hijo recién nacido por una cuestión administrativa?
Más allá de las leyes migratorias, lo que queda en evidencia es el impacto humano de cada decisión. Mientras algunos celebran la rigidez de las políticas fronterizas, familias enteras viven con el temor de ser separadas para siempre.
Harold Luis Navarro es, hoy, un símbolo de esa tensión entre la norma y la empatía, entre el deber del Estado y el derecho a la vida familiar.
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