Washington D.C. volvió a ser escenario de controversia tras la aparición de una estatua que muestra al presidente Donald Trump tomado de la mano con el magnate convicto por pedofilia Jeffrey Epstein.
La pieza, titulada “Best Friends Forever” (mejores amigos para siempre) fue instalada en el National Mall por el colectivo anónimo The Secret Handshake Project, conocido por sus intervenciones de arte satírico con fines políticos.
La escultura, de más de tres metros de altura, presenta a ambos sonrientes y con una placa en la base que reza: “Celebramos el vínculo duradero”. La instalación no forma parte de un monumento oficial, sino que se enmarca en la libertad de expresión permitida en espacios públicos de la capital estadounidense. Según los permisos otorgados, la obra permanecerá expuesta solo de manera temporal, hasta el próximo domingo.
La pieza atrajo rápidamente a decenas de curiosos que se detuvieron a fotografiarla y compartirla en redes sociales, donde la polémica no tardó en desatarse. Para muchos, se trata de una crítica mordaz a los vínculos que durante años se han señalado entre Trump y Epstein, caso que sigue generando tensiones en el ámbito político y judicial.
La instalación coincide con un momento sensible: apenas un día después de que el Wall Street Journal solicitara a un juez desestimar una demanda de Trump contra el medio por supuesta difamación, relacionada con una presunta tarjeta de cumpleaños enviada a Epstein.
Las reacciones no se hicieron esperar. Mientras críticos del mandatario republicano celebraron la iniciativa como una denuncia artística, seguidores de Trump calificaron la escultura de “falta de respeto” y un nuevo intento de empañar su imagen de cara al proceso electoral. Algunos incluso exigieron sanciones contra los autores, alegando que “un presidente se respeta, aunque se le critique”.
La polémica revive también el debate sobre las conexiones de otros líderes con Epstein, como Bill Clinton o el príncipe Andrés, nombres que reaparecen con frecuencia en las discusiones públicas.
Sin embargo, los artistas detrás de Best Friends Forever han insistido en que su objetivo es invitar a reflexionar sobre las figuras de poder y su cercanía con personas acusadas de delitos graves.
En definitiva, más que un monumento, la estatua se ha convertido en un espejo de la polarización política en Estados Unidos, donde el arte satírico sirve tanto para provocar como para recordar que la memoria colectiva sigue atenta a las sombras del pasado.
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