Mientras millones de cubanos sobreviven entre apagones, hambre, calor y desesperanza, Lis Cuesta, la no primara dama, decidió regresar al país con una postal religiosa y una frase que, lejos de consolar, encendió aún más la indignación popular: "Demos gracias hoy a la Virgen del Cobre, Patrona de Cuba, por cuidar de todos nosotros, sus hijos."
¿Todos nosotros? ¿Los mismos que cocinan con leña, que duermen sin electricidad, que ven morir a sus jóvenes mientras los dirigentes viajan por Asia entre lujos y discursos vacíos?
Cuesta no solo demuestra una vez más su desconexión absoluta de la realidad nacional, sino que se atreve a manipular un símbolo profundamente querido por el pueblo cubano —la Virgen de la Caridad del Cobre— como si pudiera cubrir con espiritualidad el abandono y el abuso sistemático.
Su publicación no llega en un momento cualquiera. Coincide con el colapso casi total del Sistema Eléctrico Nacional y la muerte trágica de un trabajador en la termoeléctrica de Renté. Mientras eso ocurría, ella aterrizaba en la Isla tras otra gira internacional llena de privilegios, rodeada de aire acondicionado, cámaras y trajes de diseñador.
Su “agradecimiento” a la Virgen fue recibido como una burla, una provocación, una bofetada espiritual al pueblo que ya no soporta más farsas.
Las redes sociales estallaron en críticas. “Nos cuida la Virgen, pero de ustedes”, respondió un usuario. Otros la llamaron hipócrita, cínica, descarada. Y no es la primera vez. Ya en 2022, en plena crisis, escribió que tenía “el corazón en modo estropajo”, otra frase que fue vista como una burla más desde su pedestal de privilegios.
Lis Cuesta no tiene un cargo oficial, pero se comporta como una primera dama de facto, sin rendición de cuentas ni empatía. Usa la religión cuando le conviene, aunque el propio régimen que representa persiguió durante décadas a los creyentes. Ahora, en un intento desesperado de conectar con un pueblo quebrado, recurre a la fe como escudo político, sin entender que la fe de los cubanos está intacta, pero puesta en la Virgen... no en ellos.
El pueblo cubano no necesita frases bonitas ni misas virtuales desde el confort. Necesita respeto, verdad y justicia. Y, sobre todo, que quienes viven del poder aprendan, al menos, a callarse cuando no tienen nada decente que decir.
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