Anoche, los habitantes de la zona 10 de Alamar, en La Habana del Este, protagonizaron un cacerolazo desesperado tras pasar muchas horas sin electricidad, según compartió el activista Yuriel Fdez desde su perfil de Facebook.
Los ciudadanos hartos de los reiterados cortes de luz hicieron sonar las cacerolas, exigiendo respuestas mientras el silencio nocturno se veía roto por su indignación.
Lo sucedido en Alamar no es un episodio aislado, sino parte de una crisis energética nacional que persiste desde inicios de año. Cuba atraviesa una situación límite: el sistema eléctrico nacional enfrenta un déficit en la generación de energía, causado por la obsolescencia de plantas termoeléctricas, falta de mantenimiento, escasez de combustible y constantes averías .
En marzo de 2025, la isla vivió su cuarto apagón generalizado en seis meses debido a la caída de una subestación en Diezmero, que provocó el colapso del Sistema Eléctrico Nacional .
Según análisis técnicos, en lo que va de 2025, el país ha enfrentado un déficit de generación de electricidad que alcanza hasta el 42 % durante las horas pico, lo que implica cortes selectivos y prolongados, en ocasiones superiores a las 8 horas diarias, incluso en la capital.
El sistema eléctrico ronda el colapso debido a años de desinversión; plantas clave como la Antonio Guiteras operan muy por debajo de su capacidad, agravado por el uso de combustibles corrosivos y la falta de repuestos .
El gobierno cubano ha reconocido la gravedad de la situación y ha implementado apagones rotativos, promovido parques solares, e impulsado una estrategia de "independencia energética", pero esto no ha resuelto ni siquiera ha aliviado nada.
No obstante, estas medidas avanzan lentamente y no han logrado revertir la crisis .
Mientras tanto, la población recurre a alternativas precarias: desde el uso de generadores domésticos y solares, hasta cocinar varias comidas a la vez o alumbrarse con linternas y teléfonos móviles.
En barrios como Alamar, la falta de electricidad golpea el bienestar de los hogares y cataliza la ira acumulada.
Los cacerolazos se han vuelto una forma visible de protesta un grito colectivo por soluciones reales ante la indiferencia o incapacidad aparente de las autoridades.
En resumen, la protesta en Alamar no solo refleja el malestar puntual por una noche sin luz, sino la desesperación creciente de una sociedad que ha soportado demasiado el reflejo de un sistema que no ofrece respuestas ni salidas inmediatas.
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