Un estremecedor hallazgo sacudió en las últimas horas al reparto Santo Domingo, conocido popularmente como El Marabú, en la provincia de Las Tunas. Vecinos reportaron el descubrimiento de restos humanos en el patio de una vivienda, hecho que mantiene consternada a toda la comunidad.
La información fue publicada por la página de Facebook La Tijera, que dio a conocer que el presunto responsable es un hombre conocido en la zona como “Mala Suerte”, residente en la calle Julián Santana, entre Osvaldo Herrera y Frank País, a escasos metros de un consultorio médico.
El individuo padece problemas mentales, aunque este dato no disminuye el impacto de un suceso que ya se describe como uno de los más espeluznantes del año en la región oriental.
De acuerdo con testimonios locales, los restos encontrados podrían corresponder a un tío del acusado, desaparecido hace más de un año.
Sin embargo, la magnitud del hallazgo alimenta la sospecha de que podría haber más de una víctima.
Entre los vecinos resurge con fuerza el recuerdo de la desaparición de una joven hace diez meses en la misma área, lo que multiplica las conjeturas y los temores.
Las autoridades ya investigan el caso, pero la falta de información oficial ha incrementado la tensión entre los residentes de El Marabú, quienes conviven ahora con la incertidumbre y la desconfianza.
Para muchos, este episodio no es un hecho aislado, sino otro reflejo del creciente índice de violencia y criminalidad que atraviesa Cuba en 2025.
En los últimos meses, diferentes territorios del país han registrado un aumento en casos de asesinatos, desapariciones y hechos violentos, fenómenos que antes solían minimizarse en los reportes oficiales.
La precariedad social, el debilitamiento de la atención a personas con enfermedades psiquiátricas y el colapso de las instituciones encargadas de prevenir la violencia son factores que contribuyen a este escenario cada vez más alarmante.
El caso de “Mala Suerte” no solo es una tragedia local, sino también un espejo de la vulnerabilidad en que viven comunidades enteras.
En medio de la crisis, la ciudadanía demanda respuestas claras, investigaciones transparentes y, sobre todo, garantías de seguridad que parecen diluirse día tras día.
El Marabú, un barrio humilde que hoy aparece en titulares por el horror, simboliza la fragilidad de un país donde la violencia, lejos de disminuir, parece estar escalando a niveles nunca antes vistos.
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